El proceso interno para suceder a Mariano Rajoy al frente de la dirección del PP se ha convertido a su vez en un examen global para la organización de los populares alicantinos, la segunda estructura provincial que llevará más compromisarios al congreso marcado para el 20 y 21 de julio en Madrid. Todos los notables del partido se la juegan en una convocatoria extraordinaria que llega con el PP enfangado en un sinfín de investigaciones por corrupción, sin liderazgo político, presionado por la competencia de Ciudadanos y en la oposición tanto en el Consell como ahora también en el Gobierno de España. Una situación excepcional que servirá al mismo tiempo como termómetro para el PP de Alicante: la fortaleza de José Císcar dentro del proyecto de Isabel Bonig, un desafío para el papel de César Sánchez y la estabilidad del grupo en la Diputación, un riesgo para la figura de José Manuel García Margallo como número uno por Alicante en el Congreso y tensión para los populares tanto en la capital como en Elche. Un problema a menos de un año para unas elecciones municipales y autonómicas decisivas para el PP.

De momento, el presidente provincial del partido, José Císcar, ha conseguido mantenerse neutral de acuerdo con la línea marcada por Isabel Bonig. Tratará de manejar todas sus bazas -una delegación con más de 180 compromisarios- a caballo ganador una vez que la votación del 5 de junio descarte a cuatro de los seis aspirantes. Pero en el PP se da por hecho que el líder alicantino se acabará posicionando, vistas las dificultades de la candidatura de un Pablo Casado pendiente de su imputación y el choque que supondría respaldar a Dolores de Cospedal con temas como el agua o el Corredor Mediterráneo, con Soraya Sáenz de Santamaría en el caso de que la que fuera vicepresidenta de Rajoy superara el corte del 5 de julio y llegara viva al congreso. Un papel decisivo en ese desenlace le daría a Císcar influencia en Madrid y más peso todavía en el proyecto regional de Isabel Bonig para la cita de 2019.

El problema es que, frente a esa estrategia de neutralidad activa, todo el proceso del congreso ha desembocado en un escenario de resultado impredecible por el bajo nivel de movilización -el 5% de los militantes declarados- que pone en cuarentena el modelo de afiliación del partido y en un panorama que cuestiona a casi todos los referentes del PP en la provincia de Alicante. Empezando por César Sánchez, presidente de la Diputación, que se juega todo a la figura de Cospedal. Intenta ganarse una posición entre Císcar y Bonig pero es un movimiento que entraña un gran riesgo. Va a poner encima de la mesa la gente que le apoya. Y un mal resultado de la hasta ahora secretaria del PP arrastraría al titular de la institución provincial, aspirante a repetir un segundo mandato, y a alguno de sus colaboradores como el presidente local del partido en la capital alicantina, Toño Peral, que también ha apostado en público por la exministra durante la visita del pasado domingo en Hogueras.

El grupo en la Diputación está divido entre el papel de Sánchez junto a Cospedal, el apoyo de vicepresidentes como Adrián Ballester o Alejandro Morant a Casado y otros, como Carlos Castillo, que guardan de momento silencio. Un conflicto que también afecta a Elche donde el candidato a la Alcaldía, Pablo Ruz, se ha alineado con Casado mientras que la diputada Mercedes Alonso está al lado de De Cospedal. Y que, como colofón, pone en cuestión nada menos que al número uno de los parlamentarios alicantinos en Madrid. José Manuel García Margallo, que opta a la presidencia del PP sin el apoyo ni de la dirección provincial ni tampoco la regional. Todos se examinan en este mes.