Pocas cosas que puedan suceder en el PSOE le suenan de nuevas al nuevo ministro de Fomento del Gobierno de Pedro Sánchez. La elección es una demostración más, las última de unas cuantas, de que José Luis Ábalos Meco (Torrent, 1959) es su hombre de confianza, su mano derecha. Su escudero más leal. El diputado que la semana pasada subió a la tribuna del Congreso a defender la moción de censura contra Mariano Rajoy es el mismo que en los tiempos depresivos tras el espectacular derrocamiento del secretario general y el abandono de filas de los más cercanos colaboradores se mantuvo inmóvil a su lado. El mismo que lo empujó después a dar un paso al frente y presentar batalla aunque tuviera delante a Susana Díaz, que entonces parecía todopoderosa. O era él o sería otro, pero el caldo de cultivo permanecía entre la militancia, no se había apagado, y él era el ideal para capitalizarlo. Algo así le dijo y él hizo caso. Ya sabemos qué pasó después. Ahora, un año y poco después, Sánchez y Ábalos están en la cresta de la ola. El valenciano arriesgó, jugó fuerte, y se llevó la banca. Si no hay sorpresa, no solo será el titular de una de las carteras con mayor visibilidad, sino que continuará al frente del dia a día del partido como secretario de Organización del PSOE.

A Ábalos no le caía de nuevas la operación de derrocamiento de Pedro Sánchez porque él la vivió en su propia piel a escala valenciana y en el papel antagonista al que le tocó a Sánchez en 2016. Era el año 2000 y él era el ungido por Ferraz (personalizado entonces por José Luis Rodríguez Zapatero) para ser el nuevo secretario general de los socialistas valencianos. Le salió un competidor que, visto desde el año 2018, vendría a representar algo así como el espíritu de Pedro. Se llamaba Joan Ignasi Pla y era un dirigente que ya había ganado la secretaría general y al que los poderes fácticos del partido habían obligado a dimitir. Entonces no se estilaban aún las primarias, pero Pla, el candidato alternativo y a contracorriente, ganó en el congreso de Alicante a Ábalos, el aspirante oficialista, por nueve votos. Fue su peor día en el partido.

Pero sobrevivió. Como siempre. Porque Ábalos es una figura inamovible en el partido socialista valenciano (PSPV-PSOE) desde los años 80 del siglo pasado, su periodo de formación, hasta ahora. Con sus detractores (acérrimos), que han dado pábulo a la leyenda (negra o no) de político de verbo atractivo y escasa capacidad de gestión, y su grupo de incondicionales. Este pequeño ejército le ha concedido una cuota de poder que él ha tenido el olfato (o la sabiduría) de colocar en el sitio correcto en cada momento.

Ábalos es sanchista antes de que Pedro Sánchez fuera el nuevo rostro guapo del socialismo español en 2014. Se conocieron en la bancada del PSOE en el Congreso de los Diputados (el valenciano llegó a la Carrera de San Jerónimo en 2009) y formaron un grupo de amigos (ahí entraría también la entonces diputada por Castelló Susana Ros) en el que el candidato se apoyó cuando se lanzó a la carretera en 2014 para intentar alcanzar, como hizo, la secretaría general del partido. El casi desconocido en aquel momento aspirante se alojaba en casa de Ábalos cuando le tocaba conquistar las comarcas mediterráneas.

Queda dicho que la lealtad es el primer valor del nuevo ministro de Fomento que destacan sus colaboradores. Incluso sus contrincantes en el socialismo valenciano admiten su condición de negociador eficaz y cumplidor de acuerdos. Ábalos no falla cuando da su palabra. Aceptó la vicesecretaría general del PSPV-PSOE en 2000 tras la victoria de Pla y no lo traicionó, pese a los momentos convulsos entre crisis tribales en un partido que empezaba a habituarse (y acomodarse) a estar en la oposición en la Comunitat Valenciana.

Ese criterio de lealtad es el que ha aplicado con el amigo Pedro Sánchez. Ábalos y sus fieles (al menos hasta el último congreso, en julio pasado) están en una situación de inferioridad en el socialismo valenciano. Pero nadie duda en la dirección valenciana de que defenderá sus reivindicaciones en Madrid, muchas de las cuales pasan además por el área de infraestructuras, la suya a partir de unas horas. Les conviene a todos.

Ábalos pactó (de nuevo la característica de hombre de acuerdos) ser el secretario general socialista en la provincia de València en 2012 con el equipo de Ximo Puig, que acababa de ser elegido líder máximo del PSPV, pero nunca ha sido de los suyos. El papel de disidencia interna se agudizó cuando la ruptura entre Puig y Sánchez se hizo patente. Ábalos apostó entonces todo a un futuro en la política de Madrid y a su amigo y aliado Pedro Sánchez. Y ganó. Pragmatismo y lealtad. Quizá el resumen político en dos palabras del veterano diputado.

José Luis Ábalos es profesor de pimaria (entonces le decían EGB), pero lleva en política desde adolescente. Su recorrido es el de muchos socialistas de la Transición. Se afilió a las Juventudes Comunistas en 1976 (tenía 16 años) y al PCE dos años después. Pidió la baja en 1981 para pasar al PSOE de Felipe González, que era ya la marca de la nueva izquierda española. En 1983 ocupó su primer cargo público como jefe de la secretaría del delegado del Gobierno en la Comunitat Valenciana. Fue luego jefe del gabinete del conseller de Trabajo, al tiempo que pasaba a gobernar su agrupación socialista en la ciudad (València Nord), desde la que afianzó su poder en la capital. Al ayuntamiento llegó como asesor en 1992, cuando el PSOE ya había perdido la alcaldía a manos de Rita Barberá. Entre los logros de su carrera tiene haber podido mejorar en dos ocasiones (1999 y 2003) los resultados del partido como secretario general en València. Todo tras la debacle de 1995.

Todo eso es ya pasado. El presente es el cénit político de un señor perpetuamente barbado cuya carrera parecía en 2016 en declive. El ministerio y el puesto de mando en el PSOE es su presente. Sus opositores políticos recodarán episodios del pasado (su paso por la ONG Fialdelso, alguna adjudicación cuya sombra le persigue), que Ábalos observa ya desde la altura. Él puso todo su crédito en la papeleta de lotería que llevaba el nombre de Pedro Sánchez y ha ganado. La lealtad ha tenido premio.