Caer de pie no es solo cuestión de gravedad. José Luis Ábalos Meco (Torrent, 1959) ha experimentado esa sensación de gracia en Madrid. Lleva un año ejerciendo el mando en Ferraz y su perfil pactista, de veterano curtido y escasamente sensible a los nacionalismos periféricos -jacobino, han dicho algunos- ha sido bien acogido a derecha e izquierda y en línea vertical. Porque con la moción de censura (otra victoria en su cuenta) ha pasado de hombre de confianza del líder del PSOE a casi indispensable. Él y Pedro Sánchez han llevado solos la dirección de la operación.

La elección ahora como ministro de Fomento es la última demostración del vínculo entre el ya presidente y su escudero más leal.

El diputado que la semana pasada subió a defender la moción de censura contra Mariano Rajoy es el mismo que en los tiempos depresivos tras el espectacular derrocamiento del secretario general y el abandono de filas de los más cercanos colaboradores se mantuvo inmóvil a su lado. El mismo que lo empujó después a dar un paso al frente y presentar batalla aunque tuviera delante a Susana Díaz, que entonces parecía todopoderosa. Ya sabemos qué pasó después.

Ahora, un año y poco después, Sánchez y Ábalos están en la cresta de la ola. El valenciano arriesgó, jugó fuerte, y se llevó la banca. No solo será el titular de una de las carteras con mayor visibilidad del Gobierno, sino que continuará al frente del dia a día del partido como secretario de Organización del PSOE.

A José Luis Ábalos no le caía de nuevas la operación de derrocamiento de Pedro Sánchez porque él la vivió en su propia piel a escala valenciana y en el papel antagonista al que le tocó a Sánchez en 2016. Era el año 2000, él era el ungido por Ferraz y el candidato alternativo y a contracorriente (Joan Ignasi Pla) le ganó por nueve votos. Fue su peor día en el partido. Pero sobrevivió. Como siempre.

Ábalos es sanchista antes de que Pedro Sánchez fuera el nuevo rostro guapo del socialismo español en 2014. Se conocieron en la bancada del PSOE en el Congreso y formaron un grupo de amigos en el que el candidato se apoyó cuando se lanzó a la carretera para intentar alcanzar, como hizo, la secretaría general del partido. Susana Díaz y Ximo Puig tuvieron mucho que ver en aquel auge. Como en la caída posterior.

Queda dicho que la lealtad es el primer valor del nuevo ministro que destacan sus colaboradores. Incluso sus contrincantes admiten su condición de negociador eficaz y cumplidor de acuerdos. Ábalos no falla cuando da su palabra. Pero todo eso es ya pasado. El presente es el cénit político de un señor perpetuamente barbado cuya carrera parecía en 2016 en declive. El ministerio y el puesto de mando en el PSOE es su realidad. Sus opositores políticos recordarán episodios del pasado que él observa ya desde la altura. Él puso todo su crédito en la papeleta de lotería que llevaba el nombre de Pedro y ha ganado. La lealtad ha tenido premio.