Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

De la marginación a la incertidumbre

De una etapa de Rajoy marcada por el maltrato a Alicante pasamos a otra con Pedro Sánchez rumbo a lo desconocido y plagada de interrogantes

De la marginación a la incertidumbre

Enfangado en la corrupción -mucho más que Gürtel- y sin iniciativa política para resolver la crisis catalana, el mandato de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno ya es historia. Una moción de censura, la primera que sale adelante en los cuarenta años desde que se aprobó la actual Constitución, ha terminado con la etapa del hasta aquí líder del PP para aupar al socialista Pedro Sánchez a la presidencia del Gobierno. Cerramos un periodo con Rajoy en la Moncloa que se inició a finales de 2011 después de la controvertida gestión de José Luis Rodríguez Zapatero -muy mala en lo económico; buena en derechos sociales- y que culmina ahora con malos indicadores para la provincia de Alicante y para la Comunidad. Muy malos. La gestión del todavía líder del PP se salda a caballo entre el maltrato y la marginación. Y dos botones son la muestra de ese balance.

Ni se ha desbloqueado la reforma del sistema de financiación autonómica, caducado desde hace cuatro años y medio y que le genera a la Generalitat -controlada desde 2015 por el socialista Ximo Puig y Mónica Oltra, líder de Compromís- un agujero anual de 1.325 millones con un impacto directo en los presupuestos de Sanidad, Educación y Bienestar Social, que ni siquiera se pueden cubrir con este modelo. Ni tampoco se le ha dado la vuelta al expolio que se arrastra con la distribución de las inversiones del Estado. Todo lo contrario. La gestión del PP ha acumulado un déficit inversor durante los mandatos de Rajoy de cerca de 1.100 millones en Alicante. Es la cuarta provincia de toda España con menos inversión por habitante y la más perjudicada de toda la Comunidad Valenciana, donde ese mismo déficit de proyectos, en este periodo de Rajoy, se sitúa en los 2.500 millones, seis veces el presupuesto de la conselleria de Infraestructuras para un año. Poco más que añadir. No hay más preguntas, señoría.

Con Rajoy en la Moncloa pero, sobre todo, a partir de que la izquierda volvió al Palau de la Generalitat después de las elecciones autonómicas y municipales de 2015, los socios del Consell del Botànic -el PSPV y Compromís con el apoyo parlamentario de Podemos- cuadraron parte de su relato, con toda la razón, en la necesidad de apretar a Madrid en la reivindicación de un trato justo. Y ahora, cuando se dieron las circunstancias políticas de la moción de censura, todos los participantes en el gobierno valenciano se sumaron con entusiasmo a la operación para provocar la caída de Rajoy y propiciar la llegada de Pedro Sánchez. Los votos de la moción de censura no fueron para impulsar el programa de gobierno del candidato socialista. La mayoría que ha alumbrado este nuevo mandato coincidía, única y exclusivamente, en el objetivo de echar a Mariano Rajoy de la Moncloa por la corrupción y su incapacidad política. No les une nada más. No existe un proyecto común. Nada ¿Y ahora qué ocurrirá? Es el gran debate. Vamos hacia la incertidumbre. Hacia un mandato como máximo de dos años de preguntas sin respuestas. Camino hacia nadie sabe donde.

Habrá que valorar las primeras decisiones efectivas de Pedro Sánchez durante las próximas semanas más allá del recurso fácil a la cuota de ministros o de altos cargos de la tierra que logran acomodo ahora en un sillón de Madrid. Sean del PSPV o de Compromís, si finalmente la coalición de Oltra se incorpora al gobierno. A pocos que nombre ya serán más que los que tenía Rajoy en su gabinete. Pero, desde luego, los primeros síntomas no apuntan en la buena dirección. No apuntan a empezar a resolver el «problema valenciano». Durante su intervención en el debate de la moción de censura, Pedro Sánchez sembró muchas dudas sobre la posibilidad de reformar el modelo de financiación autonómica. Demasiadas.

El líder socialista abordó la cuestión, especialmente, en la réplica a Joan Baldoví, portavoz de Compromís en el Congreso, con el que estuvo especialmente atento. «Tienen necesidad de dotar más financiación para una comunidad clarísimamente infrafinanciada y ahí va a contar con mi empatía y simpatía», le reconoció a Baldoví. Aún así, Pedro Sánchez admitió la dificultad para poder reformar el sistema. «Le pido que sea comprensivo. Al menos intentaré sentar las bases para que se pueda avanzar en el modelo cuanto antes», dudó el aspirante socialista que en una intervención posterior fue todavía más claro. «Nosotros no vamos a resolver ni a renovar la financiación autonómica porque no tendremos mimbres para el consenso», zanjó. O sea que, con toda seguridad y es algo que tienen asumido en la Generalitat, tampoco en este mandato de Sánchez, dure lo que dure, se va a solucionar una cuestión clave para los valencianos y para el conflicto territorial.

No habrá más financiación. Pero tampoco mejora de las inversiones en la provincia y la Comunidad, al menos a medio plazo. Por lo pronto, como anunció durante el debate, el gobierno de Pedro Sánchez, para empezar, asume en su gestión las cuentas del Estado para 2018 que presentó el PP y que se encuentran en la recta final de su tramitación parlamentaria. Junto con las del año pasado, reflejan los peores porcentajes de inversión de toda la historia en la provincia de Alicante con indicadores también muy malos para el conjunto de la Comunidad Valenciana. El margen para introducir enmiendas o alguna modificación que ponga un «parche» a la injusticia es mínimo con lo que, como admitió ayer Baldoví en el consell nacional de su partido, «nos los vamos a tener que tragar», a pesar de que Compromís mantiene el veto en el Senado como un rechazo simbólico.

La única salida que se puede explorar es que el presupuesto para 2019 empiece a elaborarse, como era norma habitual, a la vuelta del verano y pueda estar operativo en enero con nuevas partidas, limitando al máximo la vigencia del que ahora, en principio, se aprobará. Pero parece complicado que se pueda acelerar un documento tan complejo para un gobierno que necesitará la conjunción, al menos, de seis o siete fuerzas políticas para poderlo aprobar. Así que, en este inicio, pasamos de la marginación a un agujero negro, de entrada, plagado de interrogantes y rumbo a lo desconocido. Una incertidumbre que o se despeja o, de lo contrario, se convertirá en otro sonado fracaso.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats