Los socios del Consell del Botànic celebraron, sin disimulo, la salida de Mariano Rajoy de la presidencia del Gobierno. O se va hoy antes de que se vote la moción de censura; o tumbarán su mandato en una votación que convertirá al socialista Pedro Sánchez en su sustituto. No tiene escapatoria. Para la Generalitat Valenciana, el relevo del líder del PP es un «balón de oxígeno» que, con toda seguridad, argumentan, contribuirá a destensar la relación con Madrid. Unos contactos que, hasta ahora y durante estos tres últimos años de mandato autonómico, han estado presididos por la confrontación en materia legislativa, la falta de interlocución y el maltrato a la Comunidad tanto con el bloqueo del sistema de financiación autonómica -caducado desde hace cuatro años y medio- como con el reparto de las inversiones en los presupuestos.

El Consell considera que la marcha de Rajoy puede facilitar un acercamiento que le permita desplegar sus políticas a un año del final de la legislatura. Llega un ejecutivo que puede romper con la vía «recentralizadora» que había marcado el PP. Un «aliado» que abra una vía de diálogo para evitar así la amenaza sistemática que Rajoy ha ejercido sobre la normativa legislativa impulsada a instancias de los socios del Botànic. Cabe recordar, sin ir más lejos, que el Ejecutivo de Madrid ha recurrido en el Tribunal Constitucional iniciativas legales del gabinete autonómico contra los desahucios o para frenar la pobreza energética. Y mantiene la espada de Damocles sobre la ley de plurilingüismo con la que la conselleria de Educación pretende garantizar la enseñanza del valenciano y el inglés junto al castellano. Ximo Puig considera que el relevo en la Moncloa puede ser una buena oportunidad para sortear todos esos choques y abrir una etapa de colaboración que permita al Consell orientar su gestión sin la presión de Madrid.

Pero no es el único punto. Desde la Generalitat también miran de reojo a la nueva dirección que pueda tomar el Ministerio de Hacienda. La relación de Cristóbal Montoro con la conselleria de Vicent Soler no ha sido buena. Desde el Consell se quejan de las «trabas» financieras que dificultan la gestión de un departamento clave en el desarrollo de las competencias de autogobierno valencianas y, además, en un territorio afectado por la discriminación en la distribución de la financiación autonómica. Pero, precisamente, la intervención de Pedro Sánchez en el debate sembró las dudas sobre la posibilidad de que ese nuevo gobierno pueda solucionar el bloqueo de la financiación, que se encuentra en el epicentro del actual conflicto territorial.

El líder socialista abordó la cuestión, especialmente, en la réplica a Joan Baldoví, portavoz de Compromís en el Congreso con el que estuvo especialmente atento por la relación de ambas formaciones en Generalitat. «Tienen necesidad de dotar más financiación para una comunidad clarísimamente infrafinanciada y ahí va a contar con mi empatía y simpatía», le reconoció a Baldoví. Aún así, Sánchez le reconoció la dificultad para reformar el sistema. «Le pido que sea comprensivo. Al menos intentaré sentar las bases para que se pueda avanzar en el modelo cuanto antes», dijo el candidato socialista que en una intervención posterior fue más claro. «Nosotros no vamos a resolver ni a renovar la financiación autonómica porque casi seguro no habrá mimbres para el consenso», zanjó el líder del PSOE.

Pedro Sánchez, en todo caso, dejó claro que la gestión del Consell del Botànic le va a servir como guía. Eso puede facilitar, precisamente, esa determinación para que se eliminen las trabas que han presidido la relación entre València y Madrid. «Queremos seguir la inspiración del Gobierno valenciano en muchos ámbitos», detalló en la réplica a Baldoví. El candidato socialista citó la universalidad de la sanidad, tema fundamental de la gestión del Botànic como uno de los asuntos que piensa emular y que también se ha encontrado con obstáculos judiciales. También destacó la reversión a la gestión pública de los hospitales privatizados y el incremento de la confianza económica de acuerdo a los indicadores empresariales. Habrá que esperar, en todo caso, para ver si, con este inesperado cambio en La Moncloa, el «problema valenciano» encuentra solución.