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El expresidente, su hijo y el bocadillo de tortilla

Juan Cotino permaneció solo esperando a declarar mientras Camps apenas saludó a Costa y sí departió con Rambla

Juan Cotino fue ayer el primero en llegar y el último en irse. En las seis horas que permanció en el edificio de la Audiencia Nacional, salvo para los saludos de cortesía, nadie se le acercó. Permaneció solo, apoyado junto a la puerta de acceso a la sala de vistas, y rezando para que su declaración acabara a la hora de tomar el Intercity para el que tenía billete. Por eso quizá no se extendió en su testimonio.

No mucho más acompañado estuvo Ricardo Costa, a quien el exjefe del Consell saludó nada más llegar y poco más, mientras desplegaba más sintonía con Vicente Rambla, de quien dijo que era «una de las mentes más privilegiadas que ha tenido el partido». Acompañado por el mayor de sus hijos y por su abogado, Camps llegó a cuerpo, con americana azul y pantalón oscuro pero sin una prenda de más abrigo, que ayer en Madrid no sobraba.

En la sala, para apoyar su desconocimiento sobre el montaje de los actos realizados por la trama Gürtel en los que como candidato intervenía, explicó que la realidad no tenía tanto glamour como se quería hacer ver. Los escenarios los definió como una trasera y un atril (nada dijo de los castillos de fuegos artificiales ni de las grandes pantallas de plasma) y explicó que él se encontraba todo montado y que entre un mitin y otro paraba en una área de servicio para comerse un bocadillo de tortilla.

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