Cuando falta año y medio para unas elecciones municipales y autonómicas en las que los socialistas se juegan seguir en el Consell y justo cuando el PP pasa por su peor momento en esta legislatura, los «señores de la guerra» del PSPV están decididos a hacer sonar de nuevo sus tambores en dos agrupaciones claves para su éxito en las urnas: Alicante y Elche. No se trata de dos batallas sin recorrido. Todo lo contrario. Son dos alcaldías que los socialistas recuperaron gracias a los pactos hace ahora dos años y medio en un escenario de debilidad política. En Alicante llevaban dos décadas sin ocupar la Alcaldía. Elche siempre se consideró como un feudo del puño y la rosa pero, sin embargo, los socialistas venían de ceder el gobierno al PP en el paréntesis del mandato que transitó de 2011 a 2015.
La situación del PSPV en las dos principales ciudades de la provincia cobra ahora una enorme importancia estratégica. Por el futuro de los dos alcaldías. Evidente. Pero también por la continuidad de Ximo Puig en el Palau. Logró la presidencia gracias a la ventaja que el PSPV cosechó sobre Compromís en el conjunto de las comarcas alicantinas, una circunscripción que será también decisiva en la cita con las urnas de 2019. Pese a ese papel que todos los expertos conceden a la provincia, las tensiones internas vuelven a sacudir a las agrupaciones socialistas de Alicante y Elche -las de mayor afiliación- de cara a la renovación de los liderazgos locales, proceso que la dirección del PSPV, una vez que la próxima semana se celebren las primarias para elegir a los secretarios comarcales, quiere cerrar como máximo en el plazo de un mes y medio, confirmaron fuentes de la organización. Y en las dos ciudades las tensiones internas dentro de las filas socialistas crecen por momentos a la espera de convocar esas asambleas.
En la capital provincial la incertidumbre gira alrededor de la doble imputación judicial del alcalde Gabriel Echávarri. Durante su visita de la semana pasada, el líder del PSOE, Pedro Sánchez, le puso fecha de caducidad. Tendrá que dimitir, como marca la normativa del partido, cuando se le abra juicio oral. Con todo, en la cúpula socialista, ha generado más impacto la contundencia con la que el número uno de Ferraz soltaba amarras con el edil al verbalizar que, a día de hoy, no tienen relación. «Hace tiempo que no hablo con Gabriel Echávarri», subrayó el líder del PSOE sobre el alcalde que en ese acto celebrado en el Centro de Congresos de Elche se sentó en una discreta segunda fila. La situación judicial de Echávarri, pendiente de la decisión del juez sobre la apertura de juicio oral por el supuesto fraccionamiento de contratos en la concejalía de Comercio, contrasta con los tiempos políticos que tiene el partido.
La convocatoria de la asamblea socialista de Alicante antes de la resolución de apertura de juicio oral pondría al PSPV en la tesitura de abrir un debate sobre la continuidad de Gabriel Echávarri como secretario general del partido en la capital y, por tanto, sobre su figura antes incluso de que decidan los tribunales. Con el riesgo, además, de que poco después de que pudiera ser reelegido se tuviera que enfrentar a esa apertura de juicio, la línea roja que marcan los estatutos socialistas para una hipotética dimisión, lo que conllevaría una doble crisis: institucional y orgánica. El alcalde ya anunció su voluntad de optar a la reelección en el cargo. Dirigentes socialistas consideran que, para el conjunto del PSPV, sería un alivio que la situación de Echávarri se terminara de despejar en pocas semanas para empezar a diseñar tanto el giro dentro de la agrupación como la contienda electoral de 2019. Pero también reconocen, en cualquier caso, que pase lo que pase, el partido ya llega tarde a la hora de cortar el problema en la ciudad de Alicante y que el conflicto con el alcalde alargará la incertidumbre. Con otro escollo que supone, además, el control que todavía conserva el exsenador Ángel Franco sobre la asamblea socialista además de la falta de un candidato alternativo para tratar de salvar los muebles en 2019. Un escenario que, admiten, les llevará casi a remolque hasta las elecciones envueltos en un sinfín de tensiones y movimientos.
En Elche lo que está encima de la mesa, sin ambages, es una operación del «sanchismo», encabezado por Alejandro Soler -exalcalde y único dirigente provincial que forma parte de la ejecutiva de Pedro Sánchez-, para desestabilizar al alcalde Carlos González con la aspiración del propio Soler -candidato número uno a encabezar la lista al Congreso por Alicante en las próximas generales- para relevarlo como secretario local de los socialistas ilicitanos. El movimiento de fichas ha unido a todos los grupos contrarios al «sanchismo» para defender la figura del primer edil del que, admiten, ha cometido errores dentro de la vida interna de la organización pero al que, en todo caso, reconocen un papel institucional a preservar de cara a la cita con las urnas que se avecina en 2019. Continúe o no al frente del socialismo ilicitano, los grupos que se oponen a Alejandro Soler quieren sacar a Carlos González de esa disputa para que se pueda concentrar en la batalla electoral. Un problema que, agregado a la crisis socialista de Alicante, agranda un «agujero» que afecta directamente a las expectativas electorales del PSPV. Esa maniobra del «sánchismo» en Elche ha puesto en guardia a la dirección del PSPV, que ya ha intervenido para frenar una disputa que puede saldarse con un conflicto entre la ejecutiva federal con Alejandro Soler y la cúpula de Ximo Puig. Poca broma. El reino en el que algunos dirigentes socialistas se sienten más cómodos, ya saben, sigue a años luz de este mundo.
