Vía libre a Pedro Sánchez en Madrid pero a cambio de «más autonomía» para el nuevo proyecto de Ximo Puig al frente del PSPV. Apenas unas horas después de la victoria que le facilita conducir al socialismo valenciano a las elecciones de 2019, el jefe del Consell tiene clara la hoja de ruta con la que va intentar renovar una organización que le ha entregado de nuevo el mando pero en la que el «sanchismo» ha logrado reunir más de un 40% de los votos como contestación interna. Puig descarta ejercer como contrapoder a Ferraz a pesar de que Pedro Sánchez apadrinó a Rafa García, alcalde de Burjassot y su rival en las primarias. No será un obstáculo. Más allá de eso, incluso, Puig entiende que al socialismo valenciano le interesa que Pedro Sánchez pueda crecer y salir adelante. Pero no será gratis. El presidente de la Generalitat quiere manos libres para imprimir un perfil propio al proyecto del PSPV, algo que considera decisivo para afrontar con opciones de éxito unas elecciones autonómicas de 2019 en las que afronta un doble reto: evitar que la suma del PP con Cs llegue a la mayoría y garantizar que los socialistas mantienen la hegemonía de la izquierda frente a Compromís.

La intención de los dos bandos es intentar facilitar, después de meses de turbulencias con las primarias entre Pedro Sánchez y Susana Díaz, primero, y la batalla entre Ximo Puig y Rafa García, después, una cierta calma en las dos semanas que restan hasta el congreso que los socialistas valencianos celebrarán el último fin de semana de julio en Elche. Ambos están dispuestos a pactar la distribución de delegados -las asambleas se tienen que ir celebrando a lo largo de los próximos días- en la proporción que consiguieron en las primarias del domingo -un 57% para Puig y un 42% para los «sanchistas»- con la intención de evitar que se conviertan en otro campo de batalla en el que exhibir diferencias. Pero, una vez llegados al congreso del PSPV, el jefe del Consell es consciente de que necesita sumar nuevos apoyos para tratar de cuadrar un respaldo algo más amplio del que obtuvo en las urnas de las primarias.

El presidente quiere centrarse durante los próximos días en la cumbre que el Gobierno valenciano celebrará el próximo fin de semana. Una convocatoria en la que se abordarán los pasos del Consell de cara a la segunda mitad del año y se empezarán a poner encima de la mesa directrices para la elaboración de los presupuestos autonómicos de 2018. Cree Ximo Puig que debe tener los cinco sentidos en esa cita que celebra el Consell en atención a la lealtad que han mostrado sus socios de gobierno de Compromís, blanco de las críticas del candidato «sanchista» que, a lo largo de la campaña interna, apuntó en varias ocasiones que el Pacte del Botànic estaba amortizado. Durante días, los altos cargos de Compromís no sólo han guardado silencio sin entrar al trapo sino que, más allá de eso, le han mostrado al jefe del Consell su adhesión. Ayer mismo tanto desde Compromís como desde Podemos -apoyo parlamentario- mostraron cierto alivio por el resultado después de semanas en las que han contenido la respiración ante la opción de que una victoria del «sanchismo» acabara erosionando el Consell y, por extensión, decenas de gobiernos locales.

Una vez pase el seminario del gobierno -convocado en el Rincón de Ademuz-, Puig se pondrá manos a la obra. El presidente de la Generalitat ya ha descartado aplicar la misma «receta» de Pedro Sánchez en el congreso federal. No va a pasar a cuchillo a sus rivales, como hizo el líder del PSOE después de su victoria frente a Susana Díaz cuando diseñó una ejecutiva a su medida y sin consultas con las federaciones. Ni es su estilo ni su forma de entender el PSPV. Habrá gestos de integración. No se trata de cuotas. Pero sí de implicar a cargos y militantes afines al «sanchismo» que pueden encajar en un proyecto con una fuerte renovación en el que van a jugar un importante papel el síndic parlamentario Manuel Mata; o alcaldes como Jorge Rodríguez y Carlos Fernández Bielsa. También hay margen de maniobra tanto en el comité nacional como en el federal, en el que los «sanchistas» están especialmente interesados para garantizar la estabilidad de Ferraz. El objetivo de Puig es que su ejecutiva, al menos, pueda sumar un 70% de apoyos, el mismo que cosechó Pedro Sánchez en el congreso federal.

Hace días que el «sanchismo» ya contaba con la derrota de Rafa García. En cualquier caso, dan por bueno haber superado el 40% y conformar un grupo con el que maniobrar. El bloque que respaldó al alcalde de Burjassot, en su inmensa mayoría vinculado a Pedro Sánchez, pedirá que se respete su representación en las asambleas para elegir a los delegados que participarán en el congreso. Y creen que ese bloque debe tener un reflejo en los órganos de dirección del PSPV. Advierten de que Puig tendrá problemas ante la cantidad de puestos, denuncian los «sanchistas», que ha prometido para poder ganar las primarias, y entienden, por eso, que debe visualizar un «gesto» de integración. Hay división de opiniones sobre la ejecutiva. Altos cargos afines a Sánchez descartan la entrada en la dirección de Puig como grupo pero sí pedirán su parte en los dos comités. O, alertan, habrá listas alternativas.