Ferraz sabe que la cosa se le ha puesto muy cuesta arriba para hacerse con el control del PSPV especialmente después de que el «primer round» de los avales se haya saldado con una distancia mayor de la esperada entre el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, y su rival «sanchista», el alcalde de Burjassot, Rafa García. Hasta el punto que de alentar la rebelión para desalojar al jefe del Consell del mando del PSPV -otra cosa es el poder institucional-, la nueva cúpula socialista se está dedicando ahora a intentar verbalizar un tono más bajo y tratar de evitar, en el caso de una victoria de Ximo Puig en las primarias del próximo 16 de julio, que el resultado se acabe ligando a una primera derrota de la ejecutiva de Pedro Sánchez y de su responsable de Organización, José Luis Ábalos, a la sazon también secretario provincial de València.

De jalear la candidatura alternativa día sí y día también contra Puig y contra otros barones como el aragonés Javier Lambán con declaraciones públicas del propio Ábalos y del portavoz de la dirección federal del PSOE y alcalde de Valladolid, Óscar Puente; la cúpula socialista ha pasado a marcar distancias o pasar de puntillas cuando se les pregunta. Apenas hace 48 horas, a diferencia del tono que mantuvo en las jornadas previas al congreso federal hace apenas dos semanas, el todavía líder del PSPV en la provincia de València -puesto que ahora compagina con Organización- aseguraba ahora que hay que ver el proceso con «naturalidad» al tiempo que negó «problemas» con cualquiera de los dos candidatos. Rechazó que la cúpula federal del PSOE se sienta «ni triunfadora ni derrotada» en función del resultado que se produzca y negó que las primarias busquen debilitar a Puig.

Óscar Puente, considerado un dirigente «poco prudente» entre los los afines al jefe del Consell, por su parte, ni ha vuelto a hablar en público del tema. Pero ayer tampoco entró al trapo ni siquiera el propio Pedro Sánchez, al corriente de todos los detalles de la maniobra y convencido de que, dejando a Susana Díaz el mando de Andalucía, tenía que controlar el PSPV, la segunda federación socialista con más peso. Durante su comparecencia en Ferraz tras la audiencia con el Rey Felipe VI, el líder del PSOE recibió una pregunta sobre el cumplimiento de la normativa interna por parte del extremeño Guillermo Fernández Vara y del propio Ximo Puig en materia de incompatibilidades. Pedro Sánchez trató de sortear la cuestión. Aseguró que ambos se estaban ajustando a los estatutos y apuntó, sin críticas ni una palabra más alta que otra, que ambos habían tenido libertad absoluta para la convocatoria de sus primarias en cada una de las dos federaciones con un sistema de elección u otro. Punto y final. Destensar la cuerda ante la posibilidad de una derrota.