Los socialistas inician hoy en Madrid un 39 congreso federal que conduce hacia un escenario lleno de interrogantes a un partido con nada menos que 138 años de historia. Rumbo a lo desconocido. Ratifican a un secretario general como Pedro Sánchez elegido por los militantes contra la voluntad de todo el «aparato» del PSOE. Desde Felipe González hasta Zapatero pasando por casi todos los barones territoriales y la inmensa mayoría de dirigentes provinciales. Sin visibilidad como líder de la oposición: renunció a su escaño de diputado en el Congreso. Y que, en sus primeras resoluciones, tendrá que decidir si acepta los cantos de sirena de Podemos para armar otra moción de censura contra Mariano Rajoy, una situación que puede comprometer una de las ideas fuerza de Sánchez: el «no es no» contra el líder del PP. Pero, sobre todo, cohabitar con dirigentes territoriales que conforman el grueso del poder institucional pero que, por contra, no sólo apoyaron a Susana Díaz sino que, en su momento, además avalaron la operación que desembocó en la dimisión de Pedro Sánchez.

Descontando que en Andalucía -la única autonomía en la que no ganó- el nuevo líder del PSOE ni se moverá, el principal problema que el lunes tendrá encima de su mesa el propio Sánchez -entronizado este fin de semana con una ejecutiva monocolor, de su confianza y un congreso concebido para su lucimiento- y su nuevo secretario de Organización, el valenciano José Luis Ábalos, será, precisamente, resolver el jeroglífico del PSPV. No se trata de una cuestión de trámite. Ni de un asunto de segundo orden. El socialismo valenciano consiguió en 2015 el control de la Generalitat después de dos décadas de oposición. Pero lo hizo en condiciones de debilidad. En un pacto de «tu a tu» con Compromís -su socio en el Consell- y con el apoyo parlamentario de Podemos. Y, además, el PSPV ha recuperado su condición de segunda federación más potente de toda la organización. Presenta un total de 95 delegados en este cónclave, lejos de los 255 de Andalucía pero por encima de los 80 de Madrid y los 77 de Cataluña, que le superaron en el anterior congreso. Su crisis es un asunto, por tanto, de primera magnitud para Ferraz.

Cuando se apaguen mañana los ecos de la clausura, de hecho, arrancará el proceso congresual del PSPV con la apertura del plazo de presentación de candidatos de cara a las primarias del 16 de julio y al congreso que se celebrará el último fin de semana de julio en Elche. Y lo hace con un socialismo valenciano fracturado, con el liderazgo de Ximo Puig cuestionado y con el partido descabezado en Alicante tras la dimisión de David Cerdán, lo que va a suponer el nombramiento de una gestora. En un congreso como este -decidido y en el que se conocen ya hasta los puestos clave de la ejecutiva- lo más importante son los gestos. Y los que, de momento, se han producido no invitan a pensar en un acercamiento. Todo lo contrario. El «sanchismo» continúa elevando la presión contra Ximo Puig. Le reclaman tener mando en plaza en la próxima ejecutiva del PSPV o, de lo contrario, le amenazan con presentar un candidato alternativo que, como reconocen los propios afines al titular del Consell, les podría hacer mucho daño.

Ayer mismo, de hecho, durante una entrevista en Radio Nacional de España, José Luis Ábalos evitó confirmar la continuidad de Ximo Puig al frente del PSPV. Reconoció su valor al frente de un Consell, aseveró, «decente» tras 20 años de PP: «Esto hay que preservarlo -rematcó- y no hay que afectarlo por los procesos orgánicos». Sin embargo, acto seguido, alentó la alternativa y aseguró que «no hace falta» que el secretario regional del partido sea también el presidente o el candidato electoral: «Son funciones distintas», apuntó en una referencia que afecta de forma directa a Ximo Puig. «Se pueden compaginar ambos cargos, pero es mejor no utilizar las instituciones para procesos orgánicos. Meter en el juego orgánico cosas que son de todos, no ayuda», zanjó el hombre que se va a hacer cargo de todo el «aparato» de Ferraz. A esto debemos unir que todos los gestos hacia Puig van a ser negativos. Nombres en la ejecutiva ya confirmados como Ábalos o Andrés Perelló -secretario de Justicia- y otros que pueden desestabilizar el Consell como el de Carmen Montón, la incomunicación, el rechazo a cambiar la estructura de partido... Todo apunta a un PSPV, una vez más, convertido en un problema que aún crecerá en este congreso.