Con el pleno celebrado esta semana en las Cortes Valencianas, el calendario empieza a descontar hacia las elecciones autonómicas de 2019: arranca la segunda mitad de la legislatura. El periodo en el que se tienen que empezar a concretar los resultados del gobierno compartido por los socialistas y Compromís con el apoyo parlamentario de Podemos surgido del Pacte del Botànic. Más allá de eso, estos dos días de debate parlamentario ha evidenciado, si cabe, con mucha mayor claridad los dos bloques en los que el hemiciclo se va a dividir a partir de ahora, con alguna salvedad, y casi hasta el final del mandato. El giro a la derecha de Cs con el relevo de Alexis Marí en las Cortes junto a la oposición frontal del PP a la política educativa y lingüística del conseller Vicent Marzà han dejado polos con posiciones muy alejadas que, de alguna manera, adelantan el sentido de esa batalla de 2019 y las dos opciones de gobierno sobre las que pivotarán esos comicios.

Uno capitaneado por el PP con Marzà en la diana y reforzado ahora por Ciudadanos que, hasta aquí, navegaba e, incluso, ofrecía su apoyo al Consell de Ximo Puig y Mónica Oltra en muchas ocasiones. Esa alianza, la única posible para sacar a la izquierda del Palau de la Generalitat en dos años, se mantendrá estable para intentar minar la gestión del gobierno hasta el final de la legislatura con la única salvedad, quizá, del cambio legal para la rebaja del listón electoral al 3%, un movimiento que garantiza la futura supervivencia de la lista autonómica de Ciudadanos que, con toda seguridad, encabezará el actor y ahora diputado Toni Cantó. El PP ha reforzado, si cabe, un poco más su acoso a Marzà con la amenaza de denunciar a los centros que apliquen el decreto de plurilingüismo. E, incluso, intentando repartir falsos carnets de valencianía con exabruptos como el de la diputada Beatriz Gascó, antigua directora general de Política Lingüística con Alberto Fabra, y que en el pleno del martes se despachó contrá Sandra Mínguez, diputada de Podemos nacida en Cuenca pero afincada en la Comunidad desde hace años y valencianoparlante habitual. «Nadie va a venir de fuera a imponerme lo que tengo que hablar», disparó de forma desafortunada la diputada del PP con una expresión inaceptable pero que evidencia el alcance de la división en la que se ha instalado la política y, por extensión, la temperatura de la crispación social.

Al otro lado, la relación entre los socios del Botànic, más o menos, se mantiene estable y, en función del cambio de la ley electoral podría tener otro invitado: Esquerra Unida, con una dirección contraria a terminar diluida en Podemos y con un escenario que puede desembocar, ojo a ese movimiento, en otra escisión. Los problemas le vienen a la izquierda desde Madrid. Al presidente Puig por su debilidad frente a la nueva dirección socialista de Pedro Sánchez y a Compromís y a Podemos por la «piedra en el camino» que ha supuesto la imposible moción de censura de Pablo Iglesias que, además, necesita un golpe de efecto después de caer derrotado en la batalla por el control de la franquicia morada en la Comunidad. Ayer mismo, de hecho, en las Cortes, un movimiento del PP destapó esa «inestabilidad madrileña». Una iniciativa de Podemos para que las Cortes pidieran la dimisión de Mariano Rajoy -una especie de antesala a la moción de censura del martes en el Congreso- evidenció las diferencias que genera Pablo Iglesias. Apoyo de Compromís, abstención socialista y mayoría del PP y Cs para rechazarla.