Ximo Puig, presidente de la Generalitat y secretario general del PSPV, necesita sumar. En el plano insitucional para redoblar la presión en Madrid y cambiar antes de que acabe este año el sistema de financiación autonómica, un movimiento imprescindible para el futuro del autogobierno de los valencianos. Y dentro de las filas socialistas para garantizarse que el control de Ferraz no vuelve a caer en manos de Pedro Sánchez, lo que le facilitaría un congreso de reelección -nadie duda, con un resultado u otro, que así será- pero de tono más sosegado y plácido. Sin necesidad de ceder cuotas en el PSPV. Así que la visita de Susana Díaz -presidenta de Andalucía y la candidata por la que suspiran las élites socialistas para controlar el partido- era una oportunidad de ir sumando más argumentos y sensibilidades.

Para plantar cara al Gobierno de Mariano Rajoy no hay demasiados problemas. El jefe del Consell está moldeando la opción que más le gusta. Tejer sensibilidades con un bloque de comunidades discriminadas en el reparto de los fondos públicos y alejarse, para evitar problemas con sus socios de Compromís, de la percepción de que únicamente se subía al carro de lo que le dictaban desde Ferraz. Una posición, como a Puig le gusta decir, de toda la Comunidad que cuenta con el respaldo de las fuerzas políticas y la sociedad civil pero que, a su vez, ha encontrado complicidades en gobiernos nacionalistas -Cataluña-, bipartitos con sensibilidades parecidas a la del Consell -Baleares-, monocolores socialistas -Andalucía- e, incluso, del PP como Murcia, después de la visita que hace unos días realizó el conseller de Hacienda, Vicent Soler, a esa región vecina.

Otra cosa, sin embargo, es la diabólica situación interna que vive el PSOE, que se evidenció por completo durante esa convocatoria semiclandestina -sin fotografías ni declaraciones- que buena parte de los alcaldes socialistas en la Comunidad compartieron con Ximo Puig y Susana Díaz. A la cita no faltaron Gabriel Echávarri, otrora uno de los puntales de Pedro Sánchez con el que trabó amistad en el Congreso y ahora navegando en la ambigüedad pública para evitar dar la imagen de que podría quedarse en minoría dentro de su agrupación; el ilicitano Carlos González; Rubén Alfaro, regidor de Elda y presidente de la Federación Valenciana de Municipios; o José Chulvi, portavoz en la Diputación. No fue invitado a la comida David Cerdán, secretario provincial del PSPV en Alicante y diputado en las Cortes.

Como adelantó este periódico, ninguno se quiso alejar de las tesis más oficialistas que representa Susana Díaz. Todos se dejaron ver para el «retrato» interno. Pero a la vez «sortearon» pronunciarse a su favor a pesar de que el discurso de Ximo Puig estuvo trufado de cargas de profundidad contra el antiguo líder del PSOE. A la espera de la decisión de la presidenta andaluza, ese encuentro en Blanqueries -en uno de sus últimos actos antes de vender la sede y que se convierta en un hotel- dejó claro que el frente socialista, a diferencia del institucional, está muy abierto. Nadie se jugaría nada a favor de un resultado u otro con una tensión interna que crecerá aún más.