El paisaje importa. Quizá por eso el segundo discurso de Fin de AñoFin de Año del presidente de la Generalitat tuvo menos aristas que el primero. Ni palabra de corrupción. Ni una mención expresa al Gobierno de Mariano Rajoy. También juega el factor de que no hay elecciones recién celebradas ni a la vuelta de la esquina, a diferencia de hace doce meses. Y que la herencia recibida es menos argumento año y medio después del cambio.

El ambiente humilde de la Casa-Museo Miguel Hernández, en Orihuela, en un patio rebosante de una luz de mediodía, lejos de instituciones y foros de debate político, con unas «espardenyes de mitja careta» como principal elemento escenográfico de fondo, invita siempre a un tono más plácido y relajado.

La economía empieza a funcionar, afirmó, «más de 50.000 personas han encontrado empleo» y «todos los indicadores están por encima de la media de España», pero Ximo Puig rehuyó apuntarse el tanto: «Esto es mérito único y exclusivo de los trabajadores y de los empresarios».

Algo hará el Gobierno. «El Consell está cumpliendo, aportando un escenario de estabilidad, honradez y diálogo», pero «aún nos queda casi todo por hacer», dijo. Ese «casi todo» se resume en «derechos por reparar y mucho de nuestro tejido económico por reconstruir».

En los casi ocho minutos de mensaje, teniendo en cuenta el lugar, al sur de la Comunidad Valenciana, habló de la vertebración de un territorio diverso. «Desde el sur al norte, formamos parte del mismo pueblo, compartimos un proyecto en común». «Nuestro propósito es coser esta tierra diversa de los valencianos y coser una sociedad demasiado fracturada por la desigualdad», aseguró tras recordar unos versos del pastor que era poeta, de cuya muerte se cumplen 75 años en 2017.

El principal hilo común entre el discurso de hace un año y el de ayer fue la reivindicación de una mejor financiación. «Damos respeto y queremos respeto. Ningún error pasado puede dar cobertura a la discriminación en el presente». Pidió unidad (hasta ahora ha existido, al menos formalmente, entre todos los partidos, pese a la brega parlamentaria) para atravesar juntos «las puertas que nos cierran el camino a la justicia».

El año que se va ha sido «el principio del fin de la invisibilidad de los valencianos invisibilidad de los valencianos. 2017 tiene que ser el principio del fin de la discriminación», subrayó.

Puig destacó tres medidas sociales de la gestión del Gobierno del Botànic: la retirada del copago de los medicamentos para los pensionistas, la gratuidad de los libros de texto (Xarxallibres) y que los dependientes cobran sus prestaciones ya sin retrasos.

De las leyes aprobadas destacó la de la Función Social de la Vivienda y la de Renta Mínima, así como la Agencia de la Innovación -un empeño de Presidencia, que lleva más de un año de tira y afloja con Economía (en manos de Compromís)- y el plan para recuperar el talento emigrado.

Valores

Desde Orihuela, el jefe del Consell focalizó la identidad valenciana no en símbolos (lengua o bandera), sino en valores, los «de siempre»: «la honestidad, el coraje, el trabajo, la solidaridad». Prefirió así ocuparse del drama de los refugiados antes que de la política española. «Los valencianos queremos una Europa presidida por y para la humanidad. Una Europa que afronte los problemas históricos con valentía, con coraje, en contra de quienes avivan el miedo y la xenofobia», aseveró.

Si Eduardo Zaplana acuñó aquello de la tierra de las oportunidades, Puig aboga por la de la esperanza.