Las cosas parecen animadas dentro de su partido. ¿Podría comentarme en qué situación interna se encuentra Podemos?

Podemos ha hecho mucho camino corriendo en dos años y medio. Gobernamos en algunas de las ciudades más grandes de nuestro país y representamos a cinco millones de españoles. Hemos llegado muy lejos, pero tenemos que pensar colectivamente el modelo organizativo y el rumbo político que tomamos, y ahí estamos en una fase de discusión política, de poner las cosas encima de la mesa. Somos conscientes de que los ciudadanos se han acostumbrado más a que los partidos políticos no discutan de ideas. Y eso estamos debatiendo: qué rumbo tomará hacia el futuro, nadie nos podrá negar que hemos cambiado el mapa político español: misión cumplida. Pero quedan tareas para construir una mayoría nueva para gobernar y transformar nuestro país, discutimos cómo se hace eso.

La sensación que se percibe desde el exterior es que en Podemos ocurren las mismas cosas que en los demás partidos, y se supone que ustedes venían para cambiar esto.

En Podemos debatimos de política. Somos honestos cuando decimos que no estamos de acuerdo en todo y eso nos hace más creíbles. No hacemos un congreso o procesos de cartón piedra en los que cerramos las puertas, nos matamos, negociamos, luego salimos fuera y todos somos amigos. Somos compañeros, amigos, pero hay diferencias políticas y es normal. La otra opción que existe es un partido del ordeno y mando, el modelo PP, que es un modelo «dedazo», nadie contradice nada por temor a no salir en la foto. Nosotros no venimos de esa tradición. Aprendimos mucho de hacer política de la ola de renovación del 15M, y eso tenía que ver con discutir en abierto cuáles eran las mejores ideas.

Tras leer un reciente artículo suyo percibo en su partido dos formas muy distintas de ver la política española. ¿Considera usted que Podemos debe concentrarse en captar únicamente el voto de la izquierda menos próxima a posiciones moderadas, de la clase obrera tradicional, como plantea su secretario general?

Es verdad que muy a menudo los debates se acaban simplificando en caras, nombres, apellidos. Pablo y yo hemos hecho este camino juntos y vamos a seguir haciéndolo. Lo que pasa es que a veces hacemos análisis diferentes, con toda la lealtad de compañeros y amigos. Creo que nosotros no podemos asumir la fase que viene como una fase de repliegue, de resistencia. Queda mucho por conquistar, y eso tiene que ver con ser capaces de convencer y de integrar en un proyecto de país nuevo a muchos ciudadanos que todavía no nos ven con las garantías suficientes. ¿Por qué sucede que hay millones de compatriotas nuestros que están hartos de la precariedad, hartos de sus gobernantes, hartos de la corrupción, y que pese a que han sufrido todo eso y comparten nuestro diagnóstico de la situación, todavía no confían en nosotros?

A ese respecto, de la misma manera que dentro del Partido Socialista han tenido que salir distintas voces para recordar que su rival es el Partido Popular y no ustedes, da la sensación de que el rival directo de Podemos es el Partido Socialista.

A nosotros no nos gusta el último comportamiento del Partido Socialista. Nos parece que es un error histórico grave haber dado el Gobierno a Mariano Rajoy. No nos parece bien que C's y el PSOE se hayan convertido en rehenes. Con los que permitieron su investidura, Rajoy no se comporta como si hablara con socios, no les reconoce como interlocutores y los chantajea permanentemente. Se han equivocado al permitir la investidura de Rajoy, pero lo que hay que combatir es ese rumbo. Estamos frente a un rumbo que nos dice que se puede arreglar España dejando a una buena parte de los españoles fuera, pero que no cuida a las familias, las pymes, los jóvenes o los autónomos. Ese Gobierno sólo va a poder ser sustituido con alguna forma de entendimiento con el Partido Socialista. Pero eso no es nuevo. En todas las ciudades donde gobernamos es con alguna clase de apoyo al Partido Socialista. En todas las autonomías donde gobierna el Partido Socialista, salvo Andalucía, lo hace por algún tipo de acuerdo o facilitación nuestra. Y en esta fase de cambio de este sistema de partidos que hace aguas, nosotros y el PSOE sólo vamos a tener ocasión de gobernar si es entendiéndonos. Podemos no se tiene que obsesionar con el Partido Socialista ni con ninguna otra fuerza política. Cuando uno es una fuerza política de futuro no debe perder tiempo mirando por el retrovisor a los partidos tradicionales.

¿Este último mensaje lo lanza de puertas para afuera o de puertas hacia adentro?

Ese es mi mensaje de lo que tenemos que hacer para el futuro, es el que digo en las discusiones internas y es el que digo hacia afuera. Las discusiones internas de una fuerza política patriótica y de futuro no pueden ser sobre sí misma. Los partidos políticos tradicionales estarían encantados de encerrar a Podemos a discutir sobre los problema de Podemos, cada vez menos comprensibles para la gente. Debemos discutir sobre el modelo de pensiones, o por qué los jóvenes han tenido que emigrar, o de cómo transformamos el modelo energético o cómo solucionamos el conflicto territorial. Las discusiones deben ser útiles a la gente que todavía no nos ha votado.

¿Y cuándo usted pone eso por escrito está haciendo reflexión o, como le reprocha Pablo Iglesias, propaganda?

Estoy haciendo reflexión política, que es lo que corresponde como secretario político. Cuando más se discuta sobre política menos se discute de caras.

Pero supongo que usted no se alinea, como dejó claro Iglesias en el Círculo de Bellas Artes, en la postura de que Podemos debe centrarse sólo en captar el voto de la clase obrera y menos protegida, sino de una izquierda más amplia.

No diría de una izquierda. Podemos tiene que reconstruir el pueblo español, y eso tiene que ver con una forma de reconstruir el patriotismo que tiene que ver con aprender del 15M, que no le preguntaba a la gente de dónde venía, sino dónde quería ir. El 15M no le preguntaba a la gente si era de derechas o de izquierdas, sino qué le parecían los desahucios mientras por otro lado se rescata a la banca. Me parece legítimo que haya quien quiera reconstruir la izquierda, yo quiero un objetivo más ambicioso, que es reconstruir el pueblo español. ¿En eso cabe la izquierda? Por supuestísimo, pero no basta, hay que ir más allá de la izquierda tradicional porque no estamos hablando de cambiar un gobierno. Mi tesis es que en España se ha secuestrado la democracia. Si el reto que tenemos como país es recuperar las instituciones y recuperar la soberanía popular, eso no se hace sólo con los que comparten una etiqueta; eso se hace construyendo una mayoría popular transversal muy amplia.

¿Comparte usted absolutamente los planteamientos políticos de Pablo Iglesias y el futuro que él quiere para la política española?

No, hay cuestiones en las que tenemos diferencias. Podemos sería impensable sin Pablo, pero no en todo pensamos igual. La mejor forma de lealtad de un político es ser honesto con sus convicciones, y yo así lo hago y lo pongo negro sobre blanco.

Las líneas rojas de Podemos

Algunas acusaciones contra su partido cuestionan que se perciba un salario por no impartir clase en la Universidad, por vender un piso de protección oficial del que se obtiene un cuantioso beneficio, u ocultar ciertas cantidades a Hacienda. ¿Dónde están las líneas rojas de Podemos?

Aquí hay tres elementos. La primera cuestión tiene que ver con el estado de debilidad de las élites políticas en nuestro país. Cuando se han sentido desafiadas democráticamente por una alternativa en las urnas, su mejor defensa ha sido decir: «Pero estos nuevos que vienen se me parecen». Nosotros hemos nacido de la política con un discurso intransigente con la corrupción, no sólo en materia legal sino también ética. Hay pocas formaciones políticas que hayan recibido un grado de inspección como el que hemos recibido nosotros. No somos perfectos, a lo mejor también tengo que reconocer que éramos nuevos y que no siempre hemos reaccionado bien. Me preocupa que pueda quedar como moralina aquello de «si no hubieras dicho que hay que limpiarlo todo, no te habríamos juzgado tan duro». De nuestra formación se han dicho verdaderas barbaridades, como que nos financian países extranjeros. El Supremo ha desestimado este tipo de cuestiones en cinco ocasiones diferentes y nos hubiera gustado que eso fuera tan conocido como las acusaciones.

Algunos posicionamientos públicos de su partido asustan a cierta parte del electorado. ¿No cree que gestos como el de rodear el Congreso, acudir a determinadas manifestaciones o incluso no tener una postura clara hacia dirigentes de la izquierda abertzale como Arnaldo Otegi, movilizan más a la derecha y mucho menos a ese votante desconfiado al que ustedes quieren convencer?

Creo que nosotros tenemos que demostrar que pueden ser gestos necesarios. No todas las decisiones que tomamos se aplican en función del rédito electoral. Cuando nos metemos en la agenda territorial, por ejemplo con la cuestión de Cataluña, puede ser un tema rentable en términos electorales en Cataluña, pero no tanto en Madrid. Eso no es una apuesta electoral, es una apuesta política estratégica. Demostraremos a los españoles que somos útiles para una buena parte de quienes han podido simpatizar con nosotros, hay que demostrar al resto que somos útiles. La propaganda decía que si gobernábamos en Madrid o en Barcelona iba a salir a azufre de las fuentes, pues yo creo que está mejor que amorticemos la deuda y que propiciemos inversión social. Hay que generar confianza. La abuela de un amigo mío sevillano siempre me dice eso de «os tengo simpatía pero me gustaría dejaros un tiempo para que probéis que no sois esa cuadrilla de demolición que dicen los partidos tradicionales». La campaña contra nosotros nos representa como una especie de bárbaros que queremos tirar abajo todas las instituciones, y eso ha hecho mella en una parte de la población. Nos toca a nosotros demostrar que los verdaderos antisistema están en el gobierno y que nosotros tenemos una alternativa de orden. No vamos a ganar las elecciones hasta que en España se nos imagine gobernando. Primero ganas el imaginario colectivo y después ganas en las urnas. Los que todavía no nos votan nos tienen que imaginar como garantes de un país diferente, justo y en orden.

¿Le gustaría ser presidente del Gobierno?

Querría participar de un Gobierno...

La pregunta tiene dos respuestas, sí o no.

Querría participar de un Gobierno de cambio. Estaré donde haga falta.

¿Se arrepiente de no haber allanado el camino hacia la elección de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno tras las elecciones de diciembre de 2015?

Pedro Sánchez reconoció que no se atreve a superar las presiones para intentar un gobierno con nosotros. Si las hubiera superado, ahora estaría vivo y sería presidente del gobierno de España .

¿Qué habría hecho usted en el lugar de Pedro Sánchez?

Sentarse con nosotros para firmar un acuerdo, que asumiera que tratándonos de igual a igual podíamos hacer una coalición para un gobierno de cambio, y después de ese acuerdo, haber ido a buscar a otras formaciones políticas a las que sólo se les pidiera un apoyo parlamentario o un acuerdo de investidura. Dejar a Rajoy gobernar ha sido un error para el PSOE y, sobre todo, un error para el país.

¿Qué opina de Susana Díaz?

La conozco poco por alguna intromisión que tuvo en el pasado y por mostrar posiciones más favorables para abstenerse en favor del PP. Yo no comparto que fuera una buena decisión para los millones de españoles que pedían un cambio para nuestro país, porque el Partido Popular, sin proyecto nuevo para España, va a prolongar unos añitos decisiones que hacen sufrir a la gente.

¿Qué queda del 15M?

Queda la inmensa transformación cultural que ha cambiado el sentido común de nuestro país. No representamos al 15M, pero sin el 15M no estaríamos aquí.