La montaña rusa de la política llevó a Barberá a la alcaldía del cap i casal, pero bien pudo catapultarla a la presidencia de la Generalitat. Cuentan los más veteranos, los que como ella vivieron el tránsito de Alianza Popular al Partido Popular, que en 32 años nunca quiso abandonar su escaño en las Cortes porque era un cordón umbilical que mantenía con vida la posibilidad de alcanzar la presidencia de la Generalitat, que varias veces bordeó.

Barberá sólo optó una vez a presidir la Generalitat. Fue en 1987 y perdió ante el socialista Joan Lerma. Pero ella estaba convencida de que la derecha acabaría por imponerse, como ocurrió en 1995, por lo que el día en que sus pasos se encaminaron hacia la política municipal, lloró.

La refundación popular, con la salida de Manuel Fraga y la llegada a principios de los noventa de José María Aznar, dirigió sus pasos hacia el ayuntamiento. Convertida en alcaldesa contra pronóstico en 1991, Barberá apuntaló su hegemonía en el consistorio y su presencia como diputada en las Cortes pasó a convertirse en institucional.

Pese a que su reino era el ayuntamiento, nunca abandonó la cámara, el centro de la política, donde se cuecen las decisiones relevantes. Y en todas las crisis de liderazgo del PP en dos décadas de gobierno, su nombre siempre apareció en las quinielas para convertirse en presidenta de la Generalitat, como ocurrió con la dimisión de Camps en julio en 2011. Llegó al Parlamento valenciano en 1983. Pasaron 32 años y cuatro presidentes populares y ella seguía allí. Barberá era lideresa sin serlo. Lo hizo hasta convertirse en la parlamentaria valenciana más longeva, elegida en todas las legislaturas. También en la última, aunque en agosto de 2015 cambió el escaño de un PP en la oposición por el del Senado. En las Cortes, Barberá también fue una de las primeras mujeres en las filas del AP en los años 80.

Acabó reprobada por el PP

Pero las Cortes también le dieron disgustos, especialmente en la última etapa cuando ella, una política a la que nadie hizo sombra durante décadas; que tenía un hilo directo con el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, que ningún representante del PP valenciano pudo soñar jamás, acabó acosada por los tribunales.

Uno de los días más dolorosos para Barberá está muy reciente en la memoria. Fue el 15 de septiembre de este año. El día del repudio de todos los grupos de la cámara, incluido el PP. Ese día, las Cortes aprobaron una resolución que exigía a la exalcaldesa que devolviera el escaño de senadora. Los suyos la avalaron. La síndica, Isabel Bonig, puso su firma en la resolución. Dos diputados se ausentaron de la votación, Miquel Domínguez, hoy fuera del PP, y Vicente Betoret. Unas semanas después, las Cortes modificaron la ley de designación de senadores, un traje a medida de Barberá que muchos ven inconstitucional.

«Pudo ser lo que hubiera querido»

«Barberá hubiera podido ser presidenta de lo que hubiera querido», afirmó ayer a este diario el actual Síndic de Greuges, José Cholbi, que compartió años en AP, formación de la que fue vicesecretario. «Coincidimos en las Cortes y ella visitaba Xàbia, guardo un gran recuerdo», dijo.

Si alguien se acerca al récord de longevidad parlamentaria de Barberá ese es el popular Rafael Maluenda. El exdiputado no tiene dudas y responde: «Claro, si hubiera querido hubiera sido presidenta de la Generalitat, pero cuando pudo haberlo sido ya estaba dedicada a Valencia que era su gran ilusión», rememora Maluenda. «Todo lo que recuerdo de ella es bueno, fue una política excepcional, muy dialogante. Estuvimos tres legislaturas en la oposición antes de que el PP gobernara y ella consensuó muchas cosas con el entonces Partido Comunista, después se involucró en el desarrollo de la ciudad y le cambió la cara y al final se desató una cacería política y mediática sobre ella que nos debería hacer pensar», dice Maluenda.