La guerra civil que se vive en Ferraz no sólo ha fracturado el PSPV con enfrentamientos entre dirigentes y un divorcio casi absoluto entre las bases y la cúpula sino que, además, ha puesto en riesgo la estabilidad de la joya de la corona de los socialistas valencianos: el Consell. La decisión del presidente de la Generalitat, Ximo Puig, de avalar con su firma el relevo de Pedro Sánchez como secretario general del PSOE ha abierto dos brechas que, en estos momentos, afectan al gobierno con un impacto de consecuencias impredecibles. Un enfrentamiento directo con la consellera de Sanidad, Carmen Montón; y un fuerte malestar de los diputados de Podemos, socios parlamentarios del Consell, que vinculan toda la operación para derribar a Pedro Sánchez con una maniobra para favorecer la investidura de Mariano Rajoy. Y cuestionan por eso que, a partir de ahora, Ximo Puig pueda liderar la defensa de la Comunidad Valenciana en Madrid.

Las declaraciones de Felipe González contra Sánchez en una entrevista radiofónica se convirtieron en la señal que esperaban los críticos para tratar de derribar al hasta ahora secretario general del PSOE antes de llegar a una votación en el comité federal del sábado que, reconocían ambos bandos, tenía un resultado muy incierto. Ximo Puig fue uno de los que salió a aplaudir al «tótem» socialista, que sigue ejerciendo una enorme influencia entre las élites del PSOE. La tensión se disparó pocos minutos antes de las cinco y media de la tarde cuando Antonio Pradas, miembro hasta ahora de la ejecutiva de Sánchez y hombre de confianza de la andaluza Susana Díaz, registraba en Ferraz la dimisión en bloque de 17 miembros de la dirección -una operación que llevaba varios días cocinándose- para intentar tumbar al hasta ahora líder socialista y nombrar una gestora controlada por los críticos.

Entre las firmas de los dimisionarios figuraban la de dos presidentes autonómicos: el castellano-manchego Emiliano García-Page; y el presidente de la Generalitat, Ximo Puig. La otra dirigente del PSPV que forma parte de esa dirección, la consellera Carmen Montón, sin embargo, optó por respaldar a Pedro Sánchez y quedarse en la ejecutiva. La batalla volvía a fotografíar con detalle el decorado: evidenciaba la fractura que se vive en las filas del PSPV pero también en el Consell. Durante un acto celebrado en el Palau de la Generalitat para recoger adhesiones al cambio en el modelo de financiación, Carmen Montón, con gesto serio, evitó hacer declaraciones y se mostró distante con Ximo Puig. Fuentes próximas al presidente reconocieron las discrepancias con la «posición personal» de la consellera Montón en el conflicto del PSOE pero descartaron que se vaya a producir una reacción inmediata. «Habra que valorar como evoluciona la situación y ya se verá en el futuro», apuntaron estas fuentes.

El jefe del Consell justificó su marcha asegurando que su distancia con Pedro Sánchez viene de lejos: de la negativa de Ferraz a firmar un acuerdo de candidaturas conjuntas al Senado con Compromís y Podemos para las últimas elecciones generales. Comicios en los que los socialistas valencianos se quedaron, a raíz de esa decisión, sin senadores electos en Madrid. «De facto yo ya había dimitido tras lo que pasó con el pacto del Senado. Me sentí desautorizado», apuntó Puig que trató de explicar su postura con el envío de un correo electrónico a todos los afiliados. «Desde ese momento, no he vuelto a acudir a la ejecutiva», recordó. «No hice nada que pudiera perjudicar al PSOE, pero lo que ha pasado en las últimas horas ya es definitivo; yo no me siento concernido por la actual ejecutiva. No sé lo que va a hacer Pedro Sánchez, habrá que preguntárselo a él, pero, si la mayoría de la ejecutiva no estuviese conmigo, yo no estaría al frente», apuntó el presidente que desvincula la operación de una investidura de Rajoy. «Eso es otra cosa. No tiene que ver», dijo.

El presidente de la Generalitat quiere evitar que la crisis tenga un mayor impacto sobre la labor institucional. Pero su movimiento en Madrid, además de agrandar la brecha con la consellera Montón, al frente de una de las dos consellerias con más presupuesto del gobierno; le abre otro frente que tiene un impacto directo sobre la estabilidad parlamentaria del Consell: el enfado de sus socios de Podemos. Mientras se sucedían las reacciones contrarias de militantes, especialmente, en las redes sociales y la dirección provincial de Valencia se rebelaba para dar su respaldo a Pedro Sánchez, importantes dirigentes de Podemos alimentaban los ataques contra Ximo Puig, cuestionaban su falta de representatividad después de este episodio para enfrentarse al gobierno del PP en Madrid y abrían un interrogante sobre el Pacte del Botànic.

Dudas que crecen, sobre todo, después de la decisión de Podemos de romper su pacto en Castilla-La Mancha con García-Page -otro de los firmantes contra Pedro Sánchez- y de poner contra las cuerdas a Fernández Vara en Extremadura. El síndic de Podemos, Antonio Montiel, a través de Twitter, consideró que la posición era una «enorme contradicción». «Nos merecemos saber cómo cuadra la reivindicación de una financiación justa y ponérselo fácil otra vez a Rajoy», destaca Montiel en respuesta a Antonio Estañ, uno de los diputados más mediáticos del grupo morado en las Cortes que, a su vez, también cargó contra Puig. «Esto, lamentablemente, le quita toda la credibilidad a @ximopuig cuando dice que necesitamos un gobierno amigo en Madrid», señala el parlamentario alicantino en su perfil. Un mensaje secundado también en Twitter por Àngela Ballester, cabeza visible de los diputados valencianos de Podemos en Madrid. Ximo Puig quiere «encapsular» al Consell y sacarlo de la polémica. De momento, no lo ha conseguido. Y la bronca sigue subiendo de tono.