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La estrella de Slim

La segunda fortuna del mundo mantiene su propuesta de trabajar menos días, más horas y más años, y por el mismo sueldo

La estrella de Slim

El magnetismo que tiene el dinero hoy por hoy es más que evidente. Por eso, no es extraña la atracción que despierta Carlos Slim, considerada por hoy por hoy la segunda fortuna del planeta, según la revista Forbes, aunque incluso algún año ha tenido el honor de robarle el título de hombre más rico del mundo, al mismísimo Bill Gates. No hacía falta que abriera la boca para que acabara convirtiéndose en la estrella de la reunión que celebró hasta ayer el Círculo de Montevideo en la Universidad de Alicante.

Muchos, especialmente estudiantes, fueron única y exclusivamente al Paraninfo con la intención de escucharle a él. Sin embargo, habló y demostró que también es capaz de acaparar toda la atención mediática con sus palabras. Sólo el intento de boicot de los antisistema y los gritos hacia Felipe González de «fascista» y «asesino» -acusación ésta que, por cierto, también lanzaron a Slim- distrajeron algo la atención, pero poco. Y es que el segundo hombre más rico del mundo dijo el viernes en la UA que la salida al desempleo y la solución para hacer sostenible la hucha de las pensiones pasa por trabajar menos días, pero durante más horas y más años. De paso, además, ponía en duda la productividad de los trabajadores y hacía una acusación, sutil, pero acusación al fin y al cabo, de que entre «coffe-break», «brunch» y «quién sabe cuánto» se perdía mucho tiempo cada jornada. Total, que, amparándose en todo eso, planteó que hay que apostar por una jornada de tres días a la semana, con cuatro de descanso, pero trabajando once o doce horas diarias, y retrasando la edad de jubilación hasta los 75 años, con lo que hay trece años más de pago de cuotas y trece menos de cobro de pensiones. «Retirarse a los 62 años, como en España, no es sostenible», subrayó el viernes. Y saltó la polémica. Sin embargo, lejos de dar marcha atrás, el mexicano, con la seguridad que debe dar estar en una posición como la suya, se ratificó ayer en lo que ya había dicho, y se ratificó, además, con toda la naturalidad del mundo.

Había llegado el turno de preguntas, y fue entonces cuando se le pidió que ahondara más en esta cuestión. «No es una solución por decreto, pero es un asunto casi aritmético, permitiría que hubiera más gente trabajando y mayor productividad», se justificó, exponiendo que es algo voluntario y, en un momento dado, consensuado. Precisó, no obstante, que sería cuestión de hacer dos turnos de trabajo, y aclaró que el sueldo sería el mismo que ahora o prácticamente igual, y que esos cuatro días libres permitirán crear nuevas actividades, sobre todo en el sector del ocio, o «que los más trabajadores podrían encontrar un segundo empleo», apostilló. Incluso volvía a poner en duda la productividad cuando vino a decir que, en última instancia, es cuestión de hacer casi las mismas horas que ahora, pero que sean horas efectivas. «Acabará llegando más rápido de lo que se supone», alertó, tratando como pudo de quitar hierro al asunto.

Posteriormente, admitió que en una de sus empresas ya se ha puesto parcialmente en marcha la medida, aunque con los trabajadores que lo han pedido de forma voluntaria, y con un plan que ofrece cuatro días de trabajo y posponer unos años la edad de jubilación. «Se ha sumado el 40% de la gente, aunque esto es más factible donde se trabaja en dos turnos», afirmó. Daba así por cerrado el asunto de momento.

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