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El ataque a los «barones» provinciales abre otro frente entre Fabra y la cúpula alicantina

El ninguneo del presidente de la Generalitat al papel de los dirigentes territoriales, entre ellos Císcar, junto a la comparación con Carlos Fabra y Joaquín Ripoll encrespa a notables de los populares alicantinos

El presidente de la Generalitat, Alberto Fabra, ayer durante un acto institucional en Valencia INFORMACIÓN

Nueva bronca interna en el PP. A mes y medio de que arranque el proceso de confección de candidaturas con la gran convención que se celebrará en Madrid entre el 23 y el 25 de enero para lanzar la precampaña, el presidente de la Generalitat, Alberto Fabra, se ha metido en otro charco que, a la postre, le ha abierto un nuevo frente con los «barones» provinciales del PP, entre ellos, el vicepresidente del Consell y líder de los populares alicantinos, José Císcar, con el que, por otra parte, hace tiempo que su relación se ha deteriorado. En Alicante -tampoco en Valencia y Castellón- no ha gustado ni un pelo el portazo a las pretensiones de los dirigentes provinciales de intentar «refugiarse» en las diputaciones ante un previsible batacazo electoral en las municipales y autonómicas. Y menos todavía la comparación con el encarcelado Carlos Fabra o el imputado Joaquín Ripoll. «Por esa misma regla de tres, tampoco el presidente regional del PP -por Fabra- tendría que ser el candidato al Consell. O Mariano Rajoy no podría optar a otro mandato en La Moncloa», coincidieron notables populares en la provincia.

Tanto Alfonso Rus en Valencia -con riesgo de perder la alcaldía de Xàtiva- como Javier Moliner en Castellón están decididos, pese a las tesis de Fabra, a compaginar la presidencia provincial del PP con el intento a un nuevo mandato en la Diputación. Han hecho sus números y, contando con el retroceso electoral del PP, el complejo sistema de elección de los diputados por partidos judiciales les podría garantizar otro mandato. A pesar de la preferencia de Fabra por Luisa Pastor con la idea de mantener una institución con perfil más de gestión que político y de que Císcar también está abierto a encontrar acomodo en la lista a las Cortes Valencianas para evitar un enfrentamiento en el PP de Alicante, el vicepresidente del Consell no ha abandonado, de momento, su vieja aspiración de colocarse al frente del Palacio Provincial.

Lleva unas semanas, de hecho, sondeando sus apoyos entre dirigentes locales para mantener viva la llama de la Diputación a la espera de la configuración de las listas y a sabiendas de que el candidato a la corporación provincial se decide tras las elecciones. Y para entonces ya se sabrá si Fabra ha caído. Las cuentas del PP de Alicante pasan por perder un diputado en la Marina Alta en favor de Compromís, alguno en l'Alacantí a manos del conglomerado que puedan montar Guanyem -la marca blanca de EU para los comicios- con Podemos al tiempo que igualmente ven en peligro otro escaño en el Baix Vinalopó y también en la Vega Baja, demarcaciones en las que es casi imposible que el PP repita sus amplias victorias de 2011. Con eso, los populares mantendrían la mayoría absoluta ajustada a lo que se sumaría el descenso socialista y la fragmentación de la izquierda. La Diputación se convertiría en un reducto frente a una Generalitat con nuevas caras y otro gobierno.

Así que la intervención de Fabra ha levantado ampollas porque, apuntan fuentes del PP, «ningunea» el papel de los presidentes provinciales cuando, por ejemplo, su posición fue clave para el relevo de Serafín Castellano pero, sobre todo, por la comparación que hace con las figuras de Carlos Fabra -encarcelado por fraude- y Joaquín Ripoll, imputado por media docena de graves delitos en Brugal. Cuestionar el papel de los dirigentes provinciales, apuntan, supone dejar en el aire también el del presidente regional y su continuidad como candidato al Consell, como hizo De Cospedal esta semana. Todavía más leña al bombo.

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