A las puertas de la asamblea que, en apenas dentro de 48 horas, servirá como termómetro de la salud del socialismo alicantino, continúan los contactos para intentar apaciguar los ánimos dentro del grupo de concejales en el Ayuntamiento de Alicante y establecer, de acuerdo con la tesis de la dirección provincial que encabeza David Cerdán, un marco de relación estable entre los concejales y la ejecutiva local que encabeza Gabriel Echávarri, en minoría dentro del grupo municipal. ¿Objetivo? Intentar evitar que los socialistas se vuelvan a «romper» en alguna votación durante los dos años que restan aún de mandato municipal, todo un mundo por delante para un grupo de ediles muy golpeado por la lucha interna.

La dirección provincial no se plantea entrar a discutir sobre las relaciones personales, muy deterioradas entre los concejales de uno y otro bando y prácticamente irreconciliables, pero sí, al menos, que se mantenga la unidad de acción política, algo muy complicado cuando los ediles han «chocado» en cuestiones como la basura, la ordenanza de veladores, la deuda ilegítima y, sobre todo, la posición sobre el futuro del PGOU de Alicante. De esta manera, la intención de David Cerdán es que el grupo pueda llegar sin más bajas la dirección del PSPV no está dispuesta a volver a tolerar indisciplinas hasta los comicios de 2015. Las expulsiones de María José Adsuar y Alejandro Parodi estaban encima de la mesa. Pero la renuncia «in extremis» al relevo de Miguel Ull evitó el desenlace. La dirección que encabeza David Cerdán entiende, de ahí su intención de mediar con una persona en las relaciones de grupo como recogen los Estatutos, que se debe generar una «dinámica de trabajo» interna que permita dejar a un lado las malas relaciones y evitar conflictos como el que se generó el pasado lunes cuando, de nuevo, el edil Gabriel Moreno solicitó la dimisión de Miguel Ull.

Así las cosas, la asamblea del sábado se convierte, a día de hoy, en crucial. Puede marcar el camino de una cierta recuperación de la paz interna o, de lo contrario, certificar que los ánimos continúan caldeados sin más soluciones.