S e estima que Ceuta y Melilla habrán dotado a sus ciudadanos de treinta o cuarenta mil banderas españolas con las que se han engalanado sus viviendas, sus vehículos y los propios habitantes, decididos a dar a los Reyes la bienvenida más calurosa. Claro está, nunca se pueda descartar alguna sorpresa desagradable, pero es una cuestión que ni siquiera llega a plantearse de manera pública, aunque esté permanentemente debatida entre los responsables de la seguridad - el Gobierno, la Casa Real, el CNI, los agentes de la seguridad del Estado - todos los cuales están teniendo unos días del máximo ajetreo y responsabilidad. Hay «alta tensión» en las dos ciudades españolas del norte de África, aunque sólo sea por el contagio que significan las manifestaciones de protesta del país vecino.

Y tras ese condimento previo que es la seguridad, y con la calurosa bienvenida que recibirán primero en Ceuta y luego en Melilla, trescientos ceutíes almorzaron en Ceuta con los Reyes, y veinte cocineros elaboraron un menú integrado por verduras y pescado para que los Reyes degusten la cocina melillense.

Por lo demás, la retirada del embajador marroquí, y las quejas y gritos oficiales de la diplomacia marroquí, «ya pasarán», según es impresión dominante en la diplomacia española. Poco a poco, las relaciones comerciales y empresariales se han ido estableciendo, trabando y consolidando entre los dos reinos, y son muchos ya los intereses que en modo alguno conviene dificultar. Y, ante la serie de quejas del Gobierno marroquí, también las autoridades españolas han recordado sus propias quejas, y en particular, la concesión a Francia del mayor contrato de infraestructuras.

Se indica en fuentes españolas generalmente bien informadas que el momento de la visita la decidió el propio don Juan Carlos cansado de observar que la estrategia del Gobierno sobre Marruecos apenas ha dado resultados, y por el contrario, ha debilitado nuestra posición en Argelia, nuestro principal suministrador de gas. Ahora resulta que grandes empresas francesas acometerán la primera línea de alta velocidad que se construya en Marruecos, de Tánger a Marrakech, pasando por Casablanca y Rabat, las mayor obra de infraestructura que Marruecos realizará en su historia. Por si fuera poco, Rabat se propone construir un puerto en Tánger, que podría robar mercado al de Ceuta. Estos desaires son muy tenidos en cuenta por las autoridades españolas, que han visto que sus relaciones de amistad con el Rey marroquí y su Gobierno han sido papel mojado a la hora de los negocios.

Esas mismas fuentes bien informadas españolas señalan que el pasado miércoles, cuando ya se sabía del viaje real a Ceuta y Melilla, Don Juan Carlos tenía especial interés en presenciar unos significativos ejercicios de la Infantería de Marina en aguas de Cádiz, bajo el supuesto de desalojar a fuerzas hostiles que habrían ocupado una imaginaria zona llamada Retinia. ¿Se teme algún otro Perejil