D espués de que la Feria del Calzado e Industrias Afines de Elda (FICIA); abriera de par en par las puertas a la exportación de los zapatos de Elche, (1960);, el sector del calzado ilicitano entró de lleno en el «boom» industrial de los años 60 y 70 estimulado, si cabe, por la presencia entre palmeras de algunos empresarios estadounidenses.

El reclamo que supuso para muchos trabajadores de otras comarcas el repunte de la industria zapatera ilicitana fue tal que, en pocos años, se triplicó la población de Elche. Después vinieron las eventuales fluctuaciones del dólar de los años ochenta y el buen comportamiento del calzado en el entorno del año 2000.

No obstante lo dicho, la reestructuración del sector, el reacomodo de las empresas o la crisis, ¡según quiera llamársele!, por la puesta en escena de la globalización, como la acuñó Theodore Levitt en su libro The Globalization of Markets, (1983);, no se hizo esperar, fue inevitable y hubo que afrontarla sin reservas.

Con el nuevo modus operandi, el estado de la industria del calzado en lo que llevamos del siglo XXI ha estado condicionado por los esquilmados costes salariales y de fabricación en los países del sureste asiático, que les ha permitido a éstos exportar miles de millones de pares de zapatos a precios bajísimos, a veces por las encubiertas subvenciones de sus respectivos gobiernos, por debajo del precio de producción, («dumping»);.

Este perturbado panorama empresarial que acabamos de dibujar que topó, por decirlo gráficamente, con el retraimiento de las exportaciones a los EE UU como consecuencia del brutal atentado terrorista del 11-S (2001);, y con la desmesurada expansión comercial China que en 2002 fabricó 6.000 millones de pares de zapatos y en 2005, bajando sus precios un 28% aumentó sus exportaciones en casi un 700%, explica en parte porqué Elche en el presente siglo ha visto cómo se cierran en su término municipal una tras otra centenares de fábricas de calzado dejando a miles de trabajadores en la calle.

Como la solución a tan desigual maremagnum pasa inexorablemente por la colaboración entre empresas e instituciones, el Congreso de los Diputados aprobó en el Debate del Estado de la Nación de 2005 una resolución que proponía: «Fomentar la investigación industrial, el desarrollo tecnológico, extender la cultura I+D a las pymes del calzado, y elaborar un plan de apoyo específico al sector con la participación de las organizaciones empresariales y las instituciones».

Además, la Comunidad Europea ateniéndose a las directrices de la OMC, de la que forma parte China desde 2001 - sin restricciones desde enero de 2005 - , implantó, (2006);, después de sopesar los intereses de los minoristas y consumidores, aranceles «antidumping» del 16,5% y del 10%, respectivamente, a los zapatos de piel de China y Vietnam, que se añadieron al 8% y 4,5% que ya se les aplicaba de forma regular con anterioridad.

En sintonía con la resolución del Congreso de los Diputados, y aprovechando el mayor poder adquisitivo de los ciudadanos, los empresarios de Elche fabricaron calzado de calidad, diseño y moda lanzándolo al mercado con el prestigioso respaldo que da, a lo bien hecho, la comunicación y el marketing.

En este empeño no estuvieron solos pues la patronal FICE, el Ministerio de Industria, Turismo y Comercio y las comunidades autónomas de Valencia, Castilla la Mancha, La Rioja, Baleares y Aragón orquestaron a bombo y platillo la campaña «Zapatos de España» (2006);, para que no quedara ningún rincón de España, por impenetrable que éste fuera, sin poder ver, escuchar o leer, lo que se pregonaba sobre los valores de diseño, calidad y moda del calzado español.

Diferenciándose en el valor añadido - porque la calidad del calzado «allende los mares» aún no es comparable a la del calzado español - y subcontratando parte de su producción en los países asiáticos, los empresarios españoles tratan de «capear el temporal» y mantener incluso el tamaño de sus plantillas en 200, aunque son muchos los que piensan que la pérdida de empleo y los cierres de las empresas auxiliares será imparable con la deslocalización de la producción, un fenómeno que afecta a casi todos los países industrializados del mundo, incluso a China que, aún siendo la más beneficiada en todo este trasiego, tiene in mente deslocalizar empresas del este hacia el oeste de su país con tal de no encarecer costes y mantener, de esta forma, su privilegiado estatus.

En este escenario que se ha montado, España, en 2006, exportando 94 millones de pares de zapatos e importando 296 millones, o sea más del triple, obtuvo un superávit de 81,30 millones de euros y las empresas de distribución o producción de calzado de Elche, como Danubio, Garvalín, Paredes, Pedro Miralles, Giossepo, Panama Jack, Rayfra, D$27Chus, Tempe, Mustang, Puma, Pura López, Pikolinos y tantas otras superaron la criba de la globalización, zafándose con ingenio de la feroz competencia que se les vino encima desde las «antípodas». q