C oncluye estos días en el MUBAG alicantino una muestra titulada «López Mezquita. Épocas e itinerarios de un pintor cosmopolita. De Granada a Nueva York», en donde es posible contemplar cerca de ochenta obras del pintor granadino José María López Mezquita (1883-1954);. Destacan sus retratos de personajes influyentes de la España del primer tercio del siglo XX, así como diferentes «tipos» tomados del natural en algunos pueblos y ciudades, en su mayoría encargos realizados para The Hispanic Society of America de Nueva York, de la que fue miembro activo.

Entre dichos cuadros se exhiben dos fechados en Elche en 1930: «En el Palmeral. Elche», donde en un huerto de palmeras dos «munyiors» -uno de ellos subido a una palmera- realizan tareas de recolección de dátiles; y «Domingo de Ramos. Elche» que nos muestra en primer plano a un ilicitano que porta un ramo adornado para la procesión de las palmas, mientras al fondo hombres y mujeres con palmas y ramos charlan animadamente ante una portada que podría identificarse con la de la iglesia del Convento de las Clarisas.

Y es que López Mezquita, destacado pintor realista galardonado con la Medalla de Oro de la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1901 y miembro de diferentes Academias de Bellas Artes (Madrid, Lisboa, Amberes y Cuba);, mantuvo en los años treinta una estrecha relación con nuestra ciudad. Aunque desde 1926 se estableció en Estados Unidos, realizó frecuentes viajes a su país natal para realizar los citados encargos de la Hispanic Society. Fue a principios de 1930 cuando visitó Elche y aunque dicha estancia resultó más breve de lo previsto, la impresión que le causó el paisaje ilicitano le hizo manifestar su intención de comprar un huerto de palmeras e instalar en él un estudio de trabajo.

Durante su visita estableció contacto con el erudito historiador local Pere Ibarra i Ruiz (1858-1934); quien se interesó por su obra, dada su propia formación artística desarrollada en su juventud. En el momento de la despedida, Ibarra publicó un artículo titulado «López Mezquita» en el semanario local «Elche» (30-3-1930); en el que recordaba sus obras creadas en la ciudad. Aunque, desgraciadamente, el tiempo no había favorecido sus salidas al aire libre, había realizado pinturas de estudio, como dos cuadros de figura y asunto local efectuadas en la Academia Municipal de dibujo. También cita una obra de tema nupcial, el cuadro dedicado a la festividad del Domingo de Ramos que hemos mencionado y algunos paisajes. Ibarra lamentaba la rápida marcha del artista junto con su discípula Antoinette E. Schulte, de Nueva York, al tiempo que auguraba que los cuadros de López Mezquita «llevarán a la gran nación americana la mágica visión de nuestros glorificados palmerales».

El pintor granadino, convencido de la validez e importancia del impresionante trabajo cultural desarrollado por Pere Ibarra a lo largo de toda su vida, consiguió su ingreso en la Hispanic Society of America, el más prestigioso organismo dedicado al estudio de la cultura hispánica en Estados Unidos. Precisamente, entre la documentación relacionada con Pere Ibarra que conserva esta destacada institución, hay una carta dirigida a López Mezquita el 23 de abril de 1930 en la cual especificaba sus gestiones para adquirir una finca en donde levantar el estudio del pintor, gestiones que concluyeron con la presentación pública de la escritura notarial de un huerto comprado al efecto. El mismo año, en el mes de noviembre, Ibarra era nombrado miembro de la Hispanic Society. Además de su agradecimiento oficial al organismo, envió una carta particular a su presidente y fundador, Mr. Archier Milton Huntington -su retrato también puede verse en la exposición que mencionamos- agradeciendo su intervención «por el interés que ha tenido de los que por mi amigo el Sr. López Mezquita está V. enterado», al tiempo que, como muestra de gratitud, le remitía algunas de sus publicaciones.

Unos meses más tarde, la Sociedad Hispánica solicitaba a su nuevo miembro noticia de sus estudios, formación y principales trabajos mediante un cuestionario oficial. Ibarra, sin embargo, confeccionó y remitió un folleto impreso con una amplia contestación a dicho cuestionario -una auténtica autobiografía- que, con el paso del tiempo, ha demostrado su interés para puntualizar diferentes aspectos de su vida y obra. Y a una colección de publicaciones de la institución, Pere Ibarra respondió con el envío de un manuscrito inédito titulado «Los mercedarios en América», fechado en 1929. Se trata de una transcripción, sin ningún tipo de comentario ni estudio de una crónica de fray Agustín Arques Jover (1734-1808); de la misión catequética efectuada en el Nuevo Mundo por los frailes de la orden de la Merced.

El manuscrito, que se conserva en la Biblioteca de la Hispanic Society of America, lo hizo llegar Ibarra por mediación de López Mezquita a quien remitió también una carta, con fecha del 9 de julio de 1931, en la que manifestaba que el obsequio era una «modesta ofrenda de un hijo del trabajo que no sabe cómo corresponder al inmenso honor de inscribir su humilde nombre junto al de tan ilustres personalidades». Además, informaba al pintor del avance en las obras de su futuro estudio ilicitano, que ya citaba como «Villa Mezquita». Estas obras eran seguidas por Ibarra como delegado del artista granadino a quien también comentaba los sucesos derivados del cambio político en España, al tiempo que señalaba cómo en Elche existía total tranquilidad, aunque se notaba cierta crisis económica, provocada por la sequía que sufrían los campos. De igual modo, destacaba Ibarra los grandes gastos municipales necesarios para hacer frente a la situación y el hecho de que, después de la dimisión del primer alcalde de la República, se preparaba una nueva elección.

El estudio del pintor fue levantado en el huerto que actualmente ocupa la Cruz Roja ilicitana y que todavía figura en la documentación oficial como «hort de la Mezquita», no por la existencia de ningún tipo de resto musulmán, sino, precisamente, por su pertenencia al artista granadino. Éste, desgraciadamente, no pudo disfrutar de dicho edificio, ya que desde 1936 se exilió fuera de España, a la que no regresó hasta 1952, dos años antes de su muerte. Ahora bien, su condición de miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando hizo que en noviembre de 1932 se sumara al llamamiento de dicha entidad para la protección de las palmeras de Elche, dentro de las campañas que, desde la segunda década del siglo, había iniciado el mismo Ibarra. Esta intervención consiguió especial eco y a la misma se sumaron voces como la de Luis Rubio, conde de Luna, la del arquitecto ilicitano Antonio Serrano Peral y la del catedrático de la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid, Teodoro de Anasagasti. De hecho, sólo cuatro meses después, el 5 de marzo de 1933, el Gobierno de la II República firmaba un decreto que prohibía la tala de palmeras y declaraba los huertos ilicitanos «de interés social».

La relación entre López Mezquita y Pere Ibarra fue intensa en estos años. Entre los escasos objetos personales del historiador que han quedado en manos de sus herederos, se conserva una fotografía del propio Ibarra realizada en su museo de antigüedades con la siguiente dedicatoria manuscrita: «Afectuoso recuerdo a su distinguido amigo D. José Mª López Mezquita de su admirador, Pedro Ibarra. Elche, 3-8-32». Fotografía que no tuvo ocasión de entregar al artista granadino, ya que Pere Ibarra, de cuyo nacimiento se cumple el próximo año el 150 aniversario -efemérides que la ciudad no debería dejar pasar sin un recuerdo especial-, falleció el 8 de enero de 1934. Como vemos, en la amistad entre ambos personajes el arte, Elche y sus palmeras jugaron un papel decisivo. q