Opinión | EL TELEADICTO

No sé si me explico

Cinco años han pasado desde que Carlos Boyero compareció en el plató de Andreu Buenafuente. Su aparición en Late Motiv, pese a que solamente fue vista a la hora de la emisión por 60.000 espectadores, corrió como la pólvora por las redes sociales. Con motivo de la promoción de su nuevo libro, No sé si me explico, ha vuelto a algunos platós, pero sin duda la entrevista más interesante, seria y pertinente por el momento fue la que concedió en el casi clandestino La aventura del saber, un oasis que permanece inmune a los cambios 32 años después de su estreno.

Viendo a Fede Cardelús entrevistar a Carlos Boyero nos preguntamos a qué vienen esos fichajes millonarios cuando sin salir de casa en TVE cuentan con comunicadores completísimos a quienes en ningún caso se puede superar en prestaciones. El cuarto de hora compartido con Boyero es un buen ejemplo, que se repite cada día, de lo que puede dar de sí una conversación amable en la que al entrevistador le tiene que dar tiempo de abordar como mínimo esa media docena de temas imprescindibles que se ha marcado en su temario.

Todo ello siguiendo el pie marcado por su interlocutor, sin que dé la impresión de que existe un cuestionario de por medio. Luciendo la naturalidad por bandera. Sin titubeos. Y por supuesto, sin que el realizador deba hacer uso de la edición a posteriori para cortar y pegar lo que se ha grabado. Los espectadores percibimos que la conversación fluye, e inconscientemente, esa sensación es la que nos hace sentir tan cómodos ante la pantalla. No sé si me explico. De Boyero, todo un personaje, hablamos otro día.