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La pluma y el diván

Moquear en tiempos de coronavirus

Creo que nunca, hasta ahora, la sociedad había estado tan alerta a pequeños síntomas de lo más comunes

Ha llegado el verano, las olas de calor, los ricos helados y las bebidas frías, pero para asombro de los más optimistas el virus sigue ahí, agazapado entre nosotros a pesar de que todos soñábamos con que se amortiguara o desapareciera con los rigores del sol de agosto. Pero los sueños, sueños son, y aquí estamos todos, bueno casi todos, con la guardia en alto para hacer frente a este bichejo inmundo.

Creo que nunca, hasta ahora, la sociedad había estado tan alerta a pequeños síntomas de lo más comunes. Como la información sobre el virus evoluciona tanto o más rápida que él mismo, siguen apareciendo signos y señales que, en principio, no significan nada pero que ahora pueden llegar a ser letales. La temperatura corporal alta, algo tan usual, puede ser uno de los detonantes de la enfermedad. Con estos calores que suba la temperatura puede ser normal, sobre todo, si estás expuesto al sol como los lagartos.

La tos seca o el cansancio en esta época también son bastante comunes. Quién puede moverse ágilmente después de una buena comida o quién no tiene tos si es fumador, si respira demasiado por la boca mientras duerme, si padece alguna alergia o si está expuesto a cambios de temperatura bruscos, cosa tan común en verano. La cuestión es saber diferenciar y hacerlo a tiempo.

De los síntomas colaterales como la diarrea, molestias, dolores, conjuntivitis y erupciones cutáneas, creo que no se escapa ni el Tato en un verano normal. Se come demasiado y con bebidas muy frías, se descansa a deshoras y en posiciones imposibles, se está demasiado tiempo al sol y repercute en que la cabeza se resienta, se baña uno en las piscinas y pueden sufrir los ojos, entre otros muchos motivos posibles.

Ante síntomas graves creo que cualquiera saldría corriendo a un hospital en estos tiempos o en cualquier otro, porque la opresión en el pecho, la dificultad para respirar o la imposibilidad de mover un músculo asustan al más valiente.

Somos una sociedad que demoniza con rapidez las cosas que la asustan y este virus asusta mucho. La mayoría de los infectados son asintomáticos, pueden estar moqueando o tosiendo levemente sin ninguna repercusión propia y con mucho riesgo ajeno. Cuando comencemos a moquear con los primeros fríos, tendremos una alarma asegurada, la social, que para muchos es la más terrible de todas, la estigmatización.

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