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Rafael Simón Gil

El ocaso de los dioses

Rafael Simón Gil

A la caza del verdadero elefante

El escritor propone y la cacería dispone. Y lo digo porque antes de que los cazadores afinen sus escopetas yo pensaba preguntarle al alcalde de Alicante por qué consiente que nuestra ciudad y nuestras playas estén infectadas de forma incontrolada por el descontrolado y nocivo virus de las motos a escape libre, de golfos circulando con un ruido ensordecedor, como si estuviéramos en una ciudad del tercer mundo donde ni las normas de tráfico ni los reglamentos de circulación se respetan. ¿Se deja que los coches circulen sin faros o las motos sin manillar? ¿Se nos permite dejar de pagar el impuesto municipal de circulación? No. Entonces, ¿por qué se consiente que cientos de insolidarios conductores, delincuentes acústicos, atenten contra nuestra salud circulando con el escape de sus motos muy por encima de los decibelios permitidos, a cualquier hora del día y de la noche, vulnerando las más elementales normas de convivencia? Pero como la cacería de que les voy a hablar es prioritaria, dejaré para otro artículo la incómoda pregunta al alcalde sobre el ruido de las motos. Pero la habrá, y no será cómoda.

En abril de 2012 el rey Juan Carlos I sufría un grave accidente doméstico en Botsuana donde se encontraba cazando elefantes. Si me permite Churchill la analogía aquello no fue el fin de su reinado, pero fue el principio del fin. Y aunque todo no empezó ahí, esa cacería resultó ser la más cara y accidentada de su vida como monarca. Dos años más tarde abdicaba en favor de su hijo, el rey Felipe VI. Las monarquías, en el siglo XXI, tienen algo de irreal (sin juego de palabras). Cuesta aceptar, intelectual y conceptualmente, que el mero derecho de sangre te haga rey de un país. En una sociedad donde votamos cualquier cosa resulta desconcertante que la máxima representación del Estado recaiga sobre alguien no elegido en las urnas. Pero esa antinomia intelectual quiebra cuando hacemos un estudio comparado, un ejercicio desapasionado, adulto y objetivo del papel de las monarquías parlamentarias en países democráticos. Ahí destacan monarquías europeas a la cabeza de países muy desarrollados, tanto en nivel de vida como en madurez democrática. Reino Unido, Dinamarca, Suecia, Países Bajos o Noruega son paradigmas de monarquías parlamentarias, pese a los defectos y errores de quienes las encarnan.

El pasado lunes el rey Juan Carlos I (emérito es afectada locución propia de lo cursi que es nuestra clase política; también la vaticana) comunicaba a su hijo el rey Felipe VI que abandonaba España ante las noticias sobre presuntas irregularidades respecto de su fortuna en el extranjero y su vida privada. El comunicado de la Casa Real ocultó las intensas presiones que le llegaron de Moncloa. Recuerden aquella frase de Sánchez -en plena pandemia y con cerca de 50.000 muertos- sobre lo "inquietantes y perturbadoras" que eran las noticias de Juan Carlos I (inquietante y perturbador es que Sánchez no encuentre inquietante y perturbadora la sentencia de los ERE andaluces, el golpe de Estado del independentismo catalán, las coaliciones con partidos que odian a España o la cifra de muertos por el virus, la más inquietante y perturbadora de Europa). Felipe VI agradecía el gesto de su padre, exiliado sin tan siquiera estar investigado judicialmente (con la de políticos golfos y corruptos que ha habido y que hay en España paseándose con total impunidad). Los cortesanos más sesudos y muchos periodistas de la comba mediática, ingenuos, creen que ha sido la mejor salida a una crisis que amenazaba la supervivencia de la Monarquía. ¡Qué error, Ortega, qué inmenso error, Gasset! Qué enorme candidez pensar que con el elefante abatido acaba la cacería. Qué error, qué inmenso error. La cacería no ha hecho más que empezar, y el elefante que buscan derribar los iracundos cazadores de extrema izquierda podemita y los separatistas catalanes y vascos no tiene nombre de pila, Felipe: se llama Monarquía. No se conformarán con la pieza cobrada, por eso las ultraizquierdistas de Unidas Podemos y los xenófobos separatistas hayan pedido la comparecencia del ciudadano Felipe VI. Y lo hacen porque saben que la Monarquía es el dique más firme contra el independentismo, la defensa más sólida de la unidad de España.

Al borde de un nuevo descontrol de la pandemia que hace que Europa nos declare en apestada cuarentena (los brotes en España se multiplican por 5 respecto del Reino Unido y por 15 respecto de Italia, lo que demuestra que siguen haciéndolo muy mal); con un pavoroso horizonte de desempleo y salud económica; sin presupuestos desde que Montoro, el de la lotería, se fue a casa y Montero heredó la estafeta; sin un Comité de Expertos (nunca lo hubo) que ayude en la tragedia que se avecina; sin política internacional coherente porque todo el mundo le ha perdido el respeto a España; mendigando dinero para poder pagar las nóminas de un país con perfume a fallido; con un gobierno de coalición que según su presidente no iba a dejarnos dormir tranquilos (a él tampoco); con unos partidos separatistas que buscan la quiebra de España; con ese huracán amenazándonos, lo que más preocupa a los españoles es la Monarquía; y lo que más desean no es trabajo y seguridad, sino la Tercera República. ¿Se la imaginan con Echenique de presidente? ¿Han sentido un escalofrío? A más ver.

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