Estamos en la época del año que toca, pero pienso que, igual en vez de luz luminosa, donde el sol en lo alto nos aplasta, gasta nuestras escasas fuerzas impávido como si nuestra angustia no fuese con él, debiéramos acercarnos a esa oscuridad un tanto moribunda, donde nuestro silencio inocente y expresiones melancólicas nos inducían a confraternizar con toda clase de ideas buenas y loables, entregadas al bien colectivo. Nos va la vida, el Covid sigue ahí, constante, implacable, impertérrito y tenaz, pesado por demás y ¿qué hacemos muchos de nosotros? pues eso, hacer el inconsciente, salir de fiesta, como si no hubiese un mañana, pensar en nosotros mismos y en la diversión que nos apetece. Pero no, seguimos inmersos en una ciénaga de confusión que sólo conduce al dolor, incertidumbre y a silencio de velatorio.
Respetábamos el estado de alarma, el policial, nos iba la vida, pero más allá de aquellos momentos de angustia, los farragosos sucesos como a diario se producen por imprudencias rayanas en imbecilidad de muchos compatriotas que no se acuerdan de los miles de muertos por la pandemia, que no le tienen temor, nos lleva a desandar el camino de avance contra la enfermedad. Necesitamos con urgencia, noticias realistas. Aquellas que no deriven en palabras gastadas ni visiones folclórico/festivas, es urgente que los medios de comunicación y ruedas de prensa nos vuelvan a aplastar con sus noticias tétricas, los muertos diarios, escenas de UCIS y geriátricos. Necesitamos volver a sentir el miedo que nos acompañó, entonces, quizás la luz de la conciencia se nos encienda y volvamos a entrar en razón. Insensatos, dejad el egocentrismo y la prepotencia, merecemos vivir para disfrutar la vida en cuanto se erradique el mal. Un poco de miedo, por favor.
