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La pluma y el diván

Determinismo irracional

Pensar que todos los acontecimientos están dentro de la razón es una quimera. Lo que para algunos es razón para otros muchos es sinrazón, lo que nos indica que nadie se encuentra en posesión de la razón absoluta. Gran parte de los desencuentros están basados en la defensa de razonamientos, donde nunca puede prevalecer la razón de ninguno a no ser que se dobleguen a alguna evidencia empírica.

La ciencia ha sabido mantener un equilibrio significativo utilizando la elaboración de leyes naturales para certificar la razón de las cosas. Hay reglas naturales que se sustentan en razonamientos incontestables, como por ejemplo la ley de la gravedad o las leyes de Mendel. Las excepciones a las leyes formuladas por la ciencia se encuentran en un limbo racional y los llamamos milagros.

Los milagros son acontecimientos de carácter extraordinario e irracional, dado que no siguen ninguna ley natura, patrón o línea de razón. Su aparición se le atribuye siempre a la divinidad y no se le busca una explicación admisible, fuera de las creencias o de la fe. Lo interesante de estos fenómenos es, sin duda, que pueden generar una cadena de acontecimientos dentro de lo que podríamos llamar el determinismo irracional.

Cualquier hecho extraordinario irracional pone en marcha la cadena causa-efecto y tiene la capacidad de determinar acciones futuras. El quebradero de cabeza ante este tipo de determinismo es que nace de una proposición basada en la creencia o en la fe y no en el método científico. Por lo tanto, las consecuencias pueden ser muy indeseables.

En mitad de una pandemia en la que no somos capaces de avanzar con la rapidez deseada, surgen de inmediato los determinismos irracionales basados en creencias, milagros o fe ciega en salidas sin base demostrable. Las pruebas de vacunas y medicamentos siguen unas pautas rígidas de control, pero estamos tan deseosos de que algo funcione, que podemos estar cayendo en la trampa irracional de dar el visto bueno al milagro medicamentoso que todos estamos anhelando.

De hecho, son muchas las voces que se alzan en contra del uso de las mascarillas, arguyendo patologías por su uso (causa-efecto), probar medicamentos sin garantías sanitarias por aquello de que parece que le ha funcionado al «vecino» o publicitar fórmulas que resultan mortales, al más puro estilo de Donald Trump.

No podemos, ni debemos permitir que la cadena irracional supere a la razón científica en ninguno de los casos. Nuestro compromiso como ciudadanos tiene que estar completamente sustentado en las pruebas fiables y contrastadas de lo que dicta la ciencia.

Este es un virus irracional y puede convertirnos en bestias pardas.

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