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Manuel Alcaraz

Buscando enemigos desesperadamente

Es lo que tiene delegar en el grupo una buena parte de la supervivencia: te obliga a salir a la búsqueda de otros grupos para que el tuyo encuentre sentido en sus acciones y salga cohesionado

Quizá sea inevitable, pero según avanza la crisis y no se apaciguan ni el virus ni la economía, nos salen más enemigos, o presentimos que tenemos más enemigos, o los fabricamos para uso y consumo de impaciencias y temores. Esa es una característica de la especie humana, hasta ahora. Es lo que tiene delegar en el grupo una buena parte de la supervivencia: te obliga a salir a la búsqueda de otros grupos para que el tuyo encuentre sentido en sus acciones y salga cohesionado. En circunstancias normales hemos delegado en el fútbol el asunto, pero, signo de Apocalipsis, el fútbol nos devuelve la pelota desde su ciénaga de intereses inocultables. Así que aquí estamos, deseando aclarar quienes son nuestros enemigos.

Si visitas las redes o los hemiciclos encuentras muchas y pintorescas ofertas de verano: en regresión jovial, un todos contra todos es lo que mejor garantiza la imposibilidad de error. Pero si nos aireamos, si salimos al exterior, ay, ahí sí que hay tela que cortar. Desde la rendición de Breda los holandeses nos la tienen jurada. Y otros protestantes. Y Austria, que desde que los campechanos borbones les derrotaron en Almansa y en el Fossar de les Moreres no han dejado de envidiarnos. Son frugales enemigos. Lo que está bien, porque si fueran ávidos enemigos la cosa se pondría peliaguda. Incluso ha habido gentes que ahora usan la palabra frugal sin ninguna frugalidad, cuando anteayer no existía. No hay mal que por bien no venga. Yo creo que estos Estados no tienen razón. Pero no porque perjudiquen el mío, sino porque ofrecen un modelo de UE que se lo puede comer Rusia, Trump y China, a trocitos. Ser, a mi edad, de Merkel tiene su aquel, pero qué le vamos a hacer. Mas hasta en este caso, dispuesto a defender lo que la patria me demande, gusto de mirar en los argumentos de los frugales, por ver si tuvieran algún adarme de razón. No están los tiempos para florituras, pero podemos soñar con días mejores en que esta actitud nos haría bien a todos. Insultar a holandeses por la calle puede ser muy relajante, pero más fuertes no nos hará. Creo, aunque con lo del virus todo está muy trastocado.

¿Y qué decir de los británicos? ¡Dios nos valga! Lástima de mal tiempo el día de la Invencible. Eso sí que era turismo activo. La verdad es que no me atrevo a decir si Boris, ese personaje atrabiliario y casi tan de derechas como los del PP de aquí, pero en pelirrojo y leído, tiene o no toda la razón cuando decreta cuarentena para los que regresan después de merecidas vacaciones. Lo mismo es para evitar que crezca una pandemia que se le descontroló por su estupidez política hace unas semanas. Lo mismo ahora sobreactúa. Pero no me parece arbitrario. Esto que acabo de decir me convierte en un traidor de marca mayor. Y mire usted que lo he meditado, pero es que he llegado a la conclusión de que si el virus también acaba por asesinar la independencia de juicio, los rastreos serán inútiles y acabarán pagándose por certificados de buena conducta y buena salud. A veces empiezo a tener la sensación de que no fue el virus y luego la crisis, sino al revés. Y esto puede decirse desde el profundo dolor de imaginar tanta quiebra de vidas llevadas a la deriva por el vendaval del paro y la pobreza. No debería ser considerado burla la disensión tranquila, la que espera respuesta. Y sí otras cosas.

Nunca lo sabremos, pero si se hubiera impuesto antes la mascarilla y reducido el número de brotes, si se hubieran recortado los aforos o acotado el imperio de la noche entregada a algunos dueños, quizá, sólo quizá, el margen argumental de los que ponen barreras ahora hubiera sido menor. Pero algunos de los que debieron decirlo callaron. Desde que tengo uso de razón vengo oyendo que el peligro para nuestro turismo era la paz y el orden en países como Turquía, Libia, Egipto, Túnez o Marruecos. Pero esos pueblos nunca encuentran ratos para la concordia y la atracción perdurable de forasteros. Una vez se escuchó a un Presidente de Diputación del PP decir que la infame guerra de Irak era buena porque agitaría -¡otra vez!- Oriente Medio y eso sería positivo para el turismo en la Costa Blanca. Recuerdo que yo, simple ciudadano, aludí en un artículo como este a tamaña insensatez: no hubo nadie del sector que le recordara que los negocios son compatibles con la misericordia. Pues bien: ese día ha llegado. Una guerra inesperada que nos golpea a nosotros.

Y en ese maremágnum se piden ayudas sin cuento. De entrada, estoy de acuerdo con las peticiones porque hay que parar de urgencia una hemorragia tremenda. Pero habrá que hablar todos con todos, sin anatematizar a nadie. Leo manifiestos en defensa de "nuestro modelo turístico". Bien está. ¿Pero es el mismo modelo el de Benidorm y el de Torrevieja, el de Santa Pola y el de Gandía, el de interior y el de Valencia? Me parece bien el turismo de sol y playa, y no como a algunos compañeros de izquierdas. Nuestro desarrollo turístico probablemente es el mayor experimento de democracia vacacional conocido. Pero con eso, ahora, ya no basta: demasiado sol y poca playa. Dicho de otra manera: todos los sectores están legitimando las ayudas que demandan con cambios en modelos que hacen aguas por todas partes, que se han vuelto insostenibles. Se me dice: es que el turismo no hace aguas, es vigoroso. ¿Cómo que no?, ¿de qué estamos hablando entonces? Porque ahora es el covid, pero covid puede haber para años. Pero es que el cambio climático va a obligar a restringir desplazamientos, abuso de agua y combustibles fósiles. Y que no se me compare lo que se gasta aquí con sitios peores: esos sitios también deben ser forzados a cambiar. El problema, en fin, es que el éxtasis de la globalización se alcanzó, para poner en evidencia, en el cénit, que la globalización no es eternamente elástica, que algunos de sus límites se han alcanzado. Eso y no la ineptitud brexitánica es lo que obliga a defender ayudas, pero desde otros discursos, que no pasen por machacar a quien discrepe o eluda desequilibrios internos en el empleo, por ejemplo.

Y en esas que el señor Mazón arremete contra el doctor Simón por decir una cosa la mar de sensata. Yo estoy a favor de las Diputaciones por eso: dan Presidentes que suelen presumir en público de su ignorancia y, por definición, provincianismo. Total: entre la publicidad que controlan y que la oposición en las diputaciones es algo borroso, cuanto más gorda la diga más le aplauden los amigos en la paella del domingo y mejor se prepara para el siguiente cargo. Sólo espero que si le pica una medusa tenga cerca un médico y no a un palmero de "El Sector".

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