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Carta al director

A Tere Ramiro

Perdónenme si paro el tiempo un momento, me veo en la necesidad de hacerlo. Llego un poco tarde, como a veces me pasaba al acudir a las clases del Instituto, eso sí, por desgracia esta vez voy a poder entrar, no está ella para decirme sonriendo "haber llegado antes" o, en el mejor de los casos, "que no se repita".

Se ha ido Tere Remiro Brotons, una de esas profesoras que irrumpen en la vida de los alumnos como un meteorito, traspasa a la persona y, de repente, te ves envuelto por una personalidad arrolladora que te empuja a seguir, aunque te hayas caído, que te arrastra hacia lo que estabas considerando abandonar. Mujer de carácter arrebatador que proyectaba un gesto de sonrisa escondida y que, a veces, tras la tempestad, dejaba que se revelase acompañada de una mirada guasona que te descubría la profundidad de la persona.

Fue mi profesora de lengua en 1º de BUP durante el año académico 1984-1985 en uno de los sólo tres Institutos que antaño existían en Elche, concretamente, el número 2 "Carrús", y allí me pude librar de muchas de las novatadas haciéndome pasar por el sobrino de Tere Remiro, lo bueno del caso es que llegó a sus oídos la mentira y el nombre de un recién llegado que se hacía pasar por tal y que lejos de delatarme confirmó la supuesta parentela que nos unía, la cual reafirmó en la entrega de diplomas de los nuevos graduados después de tres años sin ella€.."Mi sobrino" - dijo ella- para entregarme el diploma. Así era Tere Remiro, ahí estaba cuando la necesitabas, e incluso cuando no la necesitabas, porque era una de esas profesoras que cuando navegabas perdido en el océano, en la oscuridad, sin rumbo, se manifestaba como un faro regalándote su luz y empujándote a llegar, hurgando en tu interior y aplaudiendo cada pequeño esfuerzo para alimentar tu autoestima.

He podido ver que se le ha brindado por compañeros de profesión bonitas palabras, pero no han sido ellos los destinatarios de su legado, no son ellos a quienes ha alumbrado con los valores de su vocación en ese océano infinito en el que es fácil abandonarte a la deriva, así que me he otorgado la representación de tantos y tantos alumnos -disculpar el atrevimiento- que han pasado por sus manos y por su corazón, para homenajear a Tere Remiro, una persona que ha entregado toda su vida a que todos sus barcos llegaran a buen puerto.

Querida Tere, te despido en nombre de todos tus alumnos con un fuerte y ensordecedor aplauso. Allá donde estés brilla con luz propia.

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