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Camilo José Cela Conde

Cable

La "nube" se ha convertido casi en la única fuente de almacenamiento de datos de ciudadanos y empresas

Google, uno de los gigantes del mundo de hoy -bueno, su empresa matriz- ha anunciado el propósito de tender un nuevo cable submarino para enlazar los Estados Unidos, Gran Bretaña y nuestro país. Semejante objetivo llama la atención tanto por su alcance como por el hecho de que sea una compañía privada quien se lo plantee. No es la primera vez, desde luego; el consorcio formado por Microsoft y Facebook habían conectado ya Estados Unidos con España hace más de una década. Pero da la impresión de que unas infraestructuras de tanto valor estratégico deberían estar en manos del sector público. El cable de Google va a servir para lo mismo que los anteriores: potenciar las comunicaciones de internet y la conexión de particulares y empresas con los superordenadores a los que, bajo inspiración angélica, llamamos "la nube". Contienen, como se sabe, buena parte de la información virtual que, hoy por hoy, se ha convertido casi en la única fuente de almacenamiento de datos al alcance de ciudadanos y empresas que no sean multinacionales. Con dos riesgos evidentes. El primero que, como no oculta Google, serán sus propios intereses los que definan el uso del flujo de información del nuevo cable. El segundo, y más crucial, que queda en manos privadas el dominio mayor y más extendido de nuestro mundo, el de las comunicaciones. ¿Qué sucedería en el caso nada improbable de que choquen los intereses privados y públicos -es decir, los de las megaempresas y los de los Gobiernos que, por extensión, somos nosotros-? La respuesta es fácil de adivinar. No debe ser ninguna causalidad que ese auge de las compañías más grandes, las que se engloban bajo el acrónimo de GAFA -Google, Apple, Facebook y Amazon-, haya sido puesto bajo la lupa del Congreso de los Estados Unidos. Los presidentes de todas esas compañías comparecerán ante el comité antimonopolio con el que cuenta el Congreso como primer paso para la posible puesta en marcha de medidas de regulación de un sector regido hoy por la ley de la selva. Se desconoce a la hora de escribir esta cuartilla cuáles son los resultados de la comparecencia pero caben pocas dudas acerca de que está en el aire la necesidad de poner orden allí donde no lo hay. A tal respecto no deja de ser una paradoja que la gran mayoría de los ciudadanos estadounidenses consultados sean partidarios de que haya leyes más eficaces para controlar GAFA a la vez que esas mismas personas confían en las compañías gigantescas y utilizan sus servicios de forma continua (de no ser así, poco poder tendrían los cuatro grandes y los que les siguen en tamaño y capacidad de influencia). Que las megaempresas apenas paguen impuestos es un escándalo. Pero la continua expansión a las que llevan las iniciativas como la del nuevo cable no ayudarán en absoluto a bajarles los humos.

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