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Matías Vallés

El procés, donde debe

No debe ser tan grave el rebrote del coronavirus, si ha permitido el afloramiento del procés o Barça-Madrid, en el que ya habíamos desperdiciado tres años de nuestra existencia. Pedro Sánchez pastoreó el soberanismo catalán con mayor soltura que la pandemia, favoreciendo un independentismo asintomático que salía de puntillas de la cárcel sin provocar un estado febril, porque se suponía que Marchena había aclimatado la sentencia para que la gestión de las penas quedara en manos de la Generalitat.

Quienes experimenten cierto respeto ante la perspectiva de pasar cuatro noches a la semana en la cárcel, hablarán de semiprisión en lugar desemilibertad. La sutileza léxica no obsesionará a los condenados que regresan a sus celdas "para no favorecer la impunidad", según la Fiscalía. Nadie duda de la excelencia jurídica de los funcionarios que han devuelto al procés donde debe, pero a un profano le provoca estupefacción que a Jordi Cuixart le haya costado el reingreso la proclamación de que "la ley superior es la ley de su conciencia". Si esta bobada new age puede ser vuelta penalmente contra una persona, hay que encerrar a los congresos poéticos y a los escritores de autoayuda, amén de los cuñados. De hecho, la superioridad de la legislación individual está en Kipling, escritor imperialista ultraconservador cuyo If inspiró a Aznar. No demos ideas.

Todos los feligreses de las religiones conocidas sitúan la legislación divina por encima de la terrena. Se les puede encarcelar, quizás se debería hacerlo, pero curiosamente esa satanización de la frase se adentraría en los vericuetos de los delitos de odio cometidos por los acusadores. Por tanto, se trata simplemente de mantener entretenida a la maquinaria judicial mientras se emponzoña la convivencia, en una prórroga de la Liga ahora sin público. Se garantiza la victoria secesionista en las elecciones a la Generalitat y, aunque la independencia de Cataluña no figura hoy entre los problemas eminentes de los españoles, el Estado puede conseguirle el lugar que merece.

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