Lo difícil, lo más difícil, es ajustar nuestros deseos, el "cómo queremos vivir la vida" a lo que de verdad la sociedad necesita nosotros.
Hubo una época en la que una serie de médicos en la televisión hizo que las facultades de medicina se llenaran de presuntas vocaciones y que al final de la carrera, cuando algunos de ellos se dieron cuenta de que no era eso precisamente lo que buscan, de que no era así como querían vivir, lo que hicieron fue abandonar esa profesión y buscar la felicidad en otra opción.
Cuánto nos alegramos, la sociedad de hoy, de que los y las que se quedaron fueron los verdaderos vocacionales.
Más adelante hubo una serie o varias de investigación en la que, a través de los cadáveres y las pistas que estos proporcionaban para resolver crímenes, atrajeron a muchos jóvenes y, como resultado, todas las carrera y ciclos formativos que trataban de anatomía patológica se llenaron y la pregunta fue: ¿Tiene la sociedad suficientes hospitales o funerarias para absorber la cantidad de profesionales que van a salir de este tipo? la respuesta naturalmente es no. Por eso gran parte de los titulados siguieron su formación ampliando el abanico de conocimientos para encontrar un trabajo relacionado con sus esperanzas.
De esto, al menos se deducen dos cosas: la oferta de formación no puede avanzar alejada de las necesidades sociales y, el alumnado debe perseverar, transitando por diferentes caminos, hasta que su vida laboral y su formación se acerquen lo más posible a su vocación y deseos.
En esta etapa, en estos momentos solo puedo aconsejar que, antes de desesperar por falta de plazas, intenten buscar información y asesoramiento.
