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Joaquín Rábago

La activista Angela Davis sigue dando la batalla

Reconozco que la activista negra Angela Davis fue uno de los ídolos de mi juventud, cuando, todavía bajo el franquismo, un grupo de profesionales tratábamos de aportar desde las páginas de Triunfo- perdóneseme la inmodestia- un granito de arena a la cultura democrática de nuestro país.

Páginas las de aquel semanario de la izquierda plural en las que nos ocupábamos de las distintas corrientes del pensamiento: lo mismo de Michel Foucault que de Herbert Marcuse, de Wilhelm Reich o Erich Fromm que de la contracultura de la costa este de EEUU.

Escribíamos de lo que sucedía entonces fuera de nuestras fronteras, lo que nos permitía hablar de democracia, esquivando a la censura franquista, algo que por desgracia no siempre conseguimos, como demuestran las dos suspensiones de publicación que sufrimos entonces.

He vuelto a encontrarme ahora con Angela Davis en las páginas del semanario italiano "L´Espresso", con el que, al igual que ocurría con "Le Nouvel Observateur" y otras publicaciones extranjeras, teníamos entonces un acuerdo de colaboración, y que, a diferencia de Triunfo, ha logrado sobrevivir hasta ahora.

La en aquella época alumna de Marcuse y hoy profesora emérita de Historia de la Conciencia y de Estudios Feministas de la Universidad de Santa Cruz, en California, no ha abandonado en ningún momento su activismo político en favor tanto de los afroamericanos que de todos los pueblos colonizados del planeta, entre los que incluye a los palestinos.

En un momento histórico en el que, según explica, "el neoliberalismo trata que la gente piense siempre en términos individuales", sólo conseguiremos que cambien las cosas si somos capaces de unir las protestas de todo el mundo contra los males intrínsecos del capitalismo, que están íntimamente relacionados a su vez con el racismo.

"Lo primero que es preciso reconocer, señala Davis, es que el racismo es endémico en la actual estructura de las fuerzas del orden en EEUU. Es algo vinculado al desarrollo de la historia de este país y en particular al período de la esclavitud. Las patrullas que vigilaban a los esclavos desempeñaron un papel importante en la formación de la policía".

Para ella, el racismo es, sin embargo, "una cuestión global porque nace de un fenómeno histórico mundial. Las diversas formas (de racismo) a las que asistimos están interrelacionadas además de estrechamente vinculadas al colonialismo y la esclavitud".

La profesora y activista cree, sin embargo, que en su país se está produciendo "una toma de conciencia del racismo estructural en esta pandemia", que se debe, entre otros factores, al "elevado número de afroamericanos, hispanos y de otras minorías golpeados por el virus".

Angela Davis se dice en cualquier caso "optimista" sobre las posibilidades de liberación de la lacra del racismo aunque no cree que el rival del presidente Donald Trump en las presidenciales de noviembre, el demócrata Joe Biden, vaya necesariamente a impulsar "las transformaciones institucionales" que se requieren.

"No creo que Biden vaya a guiarnos hacia esos cambios. Pero podremos al menos presionarle en esa dirección, algo que no es posible en este momento", explica la profesora californiana, que expone así su estrategia: para las elecciones de noviembre: "No se trata de votar a Joe Biden, sino de votarnos a nosotros mismos"

"Tenemos que votar - dice- para seguir teniendo la posibilidad de comprometernos políticamente, de practicar el activismo, de presionar a quien está en el poder a favor del cambio necesario".

El Gobierno actual de Donald Trump es "racista y misógino. Sus intereses son opuestos a los de la clase media de los trabajadores y de los pobres. Trata acelerar el proceso de cambio climático. Es por tanto urgente generar posibilidades que nos lleven a una democracia radical", sostiene la incansable activista.

Y añade: "Necesitamos un movimiento contra el capitalismo global. No lo hemos logrado hasta ahora. Pareciera una tarea más sencilla gracias a las nuevas tecnologías de la comunicación, a los medios sociales, pero no ha resultado así. Debemos ser más autocríticos y comprometernos en una dirección que nos lleve a construir ese movimiento internacional".

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