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Rafael Martínez-Campillo

El espacio y la fuerza del turismo residencial

La reclusión nos está obligando a meditar sobre diversas cuestiones vitales, entre las que son esenciales aquellas que van dirigidas al mantenimiento y generación de los recursos que permiten nuestros empleos y nos proporcionan el sustento y el bienestar

Ante el dilema que nos plantea el acontecimiento sobrevenido y paralizante de la pandemia, estamos emplazados a situarnos entre los que solo se preguntan qué pasará o, por el contrario, entre la fracción de la sociedad que asume su vocación de superar los cisnes negros y decide plantearse qué puede o debe hacer. La reclusión nos está obligando a meditar sobre diversas cuestiones vitales, entre las que son esenciales aquellas que van dirigidas al mantenimiento y generación de los recursos que permiten nuestros empleos y nos proporcionan el sustento y el bienestar. Continuamente nos estamos preguntando si volveremos a nuestras ocupaciones y en qué modo lo haremos, pero de lo que existe bastante certeza es que si no reanudamos la actividad productiva de bienes y servicios corremos un grave riesgo de parálisis y degradación social. Es muy probable que los cambios que hayamos de introducir afecten tan solo a la salud, la convivencia y los hábitos sociales, puede que esas alteraciones sean temporales, pero lo que también parece indudable es que el destino nos está dando una oportunidad de hacer lo mismo pero mejor, con más equilibrio y adaptación al medio, fruto del conocimiento de las condiciones que impone la naturaleza sobre la que vivimos y la que deviene de la naturaleza humana con sus nuevas exigencias y consensos sobre los modos de organizar la convivencia social.

Si nos ceñimos a nuestro ámbito más cercano y nos aproximamos a nuestra realidad socioeconómica, vamos a encontrar una sociedad asentada sobre un espacio comarcal y provincial que, desde hace más de cincuenta años, ha vivido silenciosamente su propia revolución industrial, pasando de ser una sociedad eminentemente rural para convertirse en otra de servicios, que tiene sus ejes económicos girando en torno a las economías que originan el turismo residencial más los servicios que demanda junto a las propias actividades agroalimentarias, en una proporción de ochenta a veinte por ciento. Esta es la comarca de la Vega Baja, donde el ochenta por ciento de los empleos se producen por el turismo residencial y los servicios, actividades que ocupan únicamente el trece por ciento del territorio, y donde el veinte 20 por ciento de empleo restante procede de la industria y la agricultura.

La provincia de Alicante cuenta con el mayor número de viviendas turísticas de España, 326.000 viviendas, lo que da lugar a que 265 000 europeos vivan entre nosotros, de los que el cuarenta por ciento se concentra en la Comarca de la Vega Baja. Actualmente, el treinta por ciento de la población de la Vega Baja es extranjera, siendo la comarca de España con mayor porcentaje de población extranjera y donde varios de sus municipios alcanzan una población de residentes de otros países en torno al setenta por ciento de su población. Esto es lo que somos, a lo que nos dedicamos y de donde salen nuestros recursos, en unos momentos en los que el mundo añora, por partes iguales, viajar a otros lugares y ser visitado. Nuestro patrimonio humano nos muestra que de los 14 millones de turistas que recibió Alicante el pasado año, el sesenta por ciento lo fue por razón del turismo residencial, lo que supone ocho millones de visitantes, de los que cinco proceden de otros países y tres millones de nuestro propio país. De este modo, el turismo residencial ejerce el liderazgo del turismo en la provincia lo que supone un caso de éxito único en el mundo. No hará falta que les diga que estos datos son desconocidos y, en ocasiones, reemplazados por sensaciones frívolas e inconsistentes de las que nacen actuaciones, especialmente públicas, que viven de espaldas a los fundamentos reales de una sociedad.

Por esta razón, es importante resaltar que noventa y seis mil empleos directos en la provincia, más ciento cincuenta mil indirectos, nacen del turismo residencial al tiempo que se cifra en cinco mil ochocientos millones de Euros el impacto socioeconómico global de este sector en la provincia de Alicante, o sea, el 17 por ciento del PIB provincial. En suma, un espacio dinámico que solo puede entenderse mediante el análisis del sistema económico y social que discurre sobre el mismo,actuando como motor de su evolución y convirtiéndose en el marco de una actividad económica singular y estrictamente condicionada por las reglas que impone su territorio, su paisaje y su patrimonio cultural y ambiental.

A pesar de estos datos abrumadores, como corresponde a los orígenes de cualquier actividad humana, existen sombras y luces en la utilización del espacio comarcal y provincial, dando por supuesto que por importante que sea el desarrollo tecnológico de esta sociedad, la planificación y urbanización del espacio siempre será distinta a la producción de bienes o cosas, en la medida en que es esencial la sujeción a las condiciones que impone un territorio y el respeto y conservación al medioambiente que nos exigen las generaciones futuras. De ahí que, en estos momentos de reflexión sobre nuestros medios y modos de vida, sea pertinente recordar las actuaciones innovadoras que muchas de nuestras empresas ya investigan y, en ocasiones, ejecutan, exhibiendo su compromiso con una ordenación del territorio, que conecta todas las actividades que suponen transformación del territorio (edificación, infraestructuras y cultivos) con los objetivos y propuestas de la Agenda Urbana 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible firmados por los 193 países de Naciones Unidas en el año 2015.

En este marco, el futuro del turismo residencial deberá buscar ansiosamente la calidad en todas sus vertientes, cada proyecto deberá ser un hito y, por esta razón, las actuaciones urbanas de nuevo cuño, entre otros aspectos, estarán comprometidas con la implantación de las infraestructuras de comunicación propias de la "ciudad inteligente", aprovechando las tecnologías de la Información y la comunicación (TIC), deberán abordar programas de intervención con los servicios de emergencia y protección civil frente a los riesgos naturales y los proyectos urbanos propondrán que las viviendas estén diseñadas para la adaptación funcional de personas potencialmente dependientes, adaptándose al envejecimiento creciente de la población. Los recursos generados por estas actuaciones de nueva urbanización deberían destinarse en buena medida a cooperar en la financiación de programas de rehabilitación y renovación urbana, a programas de regeneración ambiental y forestal, donde y los instrumentos planificadores han de estar concebidos para identificar los rasgos más sobresalientes de la estructura urbana existente, de tal forma que fomenten la creación de nuevas centralidades urbanas para permitir la implantación de actividades comerciales, recreativas, financieras, tecnológicas, de transporte y educativas, en suma los nuevos lugares de encuentro para la convivencia. Ha de considerarse, a su vez, prioritaria la colaboración público-privada para dar viabilidad a la renovación del parque inmobiliario, especialmente en la fachada litoral, por ser el recurso paisaje-urbano que más contribuye a calidad del destino turístico. En suma, cada proyecto que se promueva debe tener el respaldo ciudadano por que vea reflejado en el sus aspiraciones de bienestar y armonía.

Y sobre estas premisas, el sector del turismo residencial, que alberga a la mayoría de empleos y empresas de este territorio, podrá desplegar su capacidad para ofrecer nuevos espacios y a la vez ejecutar actuaciones de dotación y renovación urbana, encaminadas a reconvertir el carácter mono funcional del espacio urbanizado, para alcanzar un mayor grado de complejidad e intensidad del espacio turístico, así como incorporar medidas de movilidad sostenible, aclimatación y eficiencia energética que favorezcan la lucha contra el cambio climático.

Si entendemos que estas actividades socioeconómicas se han de proyectar equilibradamente sobre un territorio que impone sus condiciones ambientales y paisajísticas, comprenderemos a Le Corbusier, urbanista y precursor de la arquitectura moderna, para quien tomar posesión del espacio es el primer gesto de los seres vivos, manifestación fundamental del equilibrio y la permanencia. La primera prueba de la existencia es la ocupación racional e inteligente del espacio.

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