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Opinión

Escalona no soporta ni una sola «idea iluminada» más

A estas alturas, los oriolanos deberíamos saber, también el resto de bajosegureños, que el espacio natural que ocupan la Sierra Escalona y la Dehesa de Campoamor es y ha sido durante siglos el territorio de mayor interés y complejidad natural del término municipal que ocupa Orihuela, tanto por su diversidad biológica como por su singularidad ecológica y funcional. Desgraciadamente, por este mismo motivo Escalona y su entorno, a caballo entre el litoral y los campos del interior, han mantenido durante generaciones un interés que la ha marcado, manteniéndola sistemáticamente envuelta entre el deterioro ambiental y el conflicto social. Desde los abusos cometidos ya en tiempos históricos por el exceso de carboneo, la tala masiva de árboles o la recogida de leña, hasta las recientes imposiciones urbanísticas -como el PAU 21, pasando por la constante trasformación de sus montes y campos de secano en monocultivos de cítricos en regadío-, Campoamor y Escalona no han tenido un momento de resuello. Tras largos años de desidia y maltrato, las sucesivas administraciones locales y autonómicas, cegadas por el dinero fácil y la euforia engañosa del corto plazo, no tuvieron problemas en renegar del verdadero valor natural de estas tierras. Solo un grupo de personas de diversa procedencia, entre las que se cuentan agrupaciones vecinales, ecologistas y particulares, dedicando un esfuerzo y un tiempo que no les sobran, consiguieron, recientemente, poner en el mapa de las grandes injusticias ambientales y de las reivindicaciones sociales el que hoy es el Paisaje Protegido de la Sierra Escalona y su entorno. Ese reconocimiento se suma a anteriores figuras de protección como Lugar de Interés Comunitario (LIC) y Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA), ambas de carácter europeo, incluidas en la Red Natura 2000.

Pero eso no es garantía. Hoy otro envite especulativo ronda Escalona, esta vez disfrazado de lúdico y sostenible. La tramitación del «resort rústico» que el Ayuntamiento oriolano está llevando a cabo para implantarlo, a solo 2 km. de una de las zonas mejor conservadas -un macrocamping de 50.000 m2 con capacidad para 112 autocaravanas, 16 bungalows, piscina, supermercado y tiendas de souvenirs-, no mejora la sierra, no invita a conocerla, no la divulga ni protege; sin duda no lo hace de forma sostenible. No podemos trasformar los espacios que proclamamos proteger alegando la necesidad de servicios e infraestructuras que desvirtúan y empobrecen los valores que pretendemos divulgar y conocer. Incrementar la carga amenaza lo que queda del ecosistema. Es una obviedad que no exige más explicación que la de anteponer el interés colectivo a intereses privados, cortoplacistas y contrarios al medio ambiente. Escalona no soporta ni una «idea iluminada» más. La naturaleza debe ser conocida y disfrutada desde el esfuerzo y el placer que suponen descubrirla sin alterarla, tocarla sin transformarla. No podemos contemplar el vuelo del águila perdicera desde una tumbona, sobre una plataforma de hormigón levantada bajo su nido. O mejor, no debemos. Después de esquilmar irremediablemente en el pasado tantas zonas de nuestro frágil espacio costero, las generaciones ahora en el poder deberían haberlo aprendido para no arruinar más el futuro que se avecina.

Como dijo Santiago Grisolía, presidente del Consell Valencià de Cultura, hablando precisamente de su estimada Escalona: «la integración de vida actual y medio ambiente no solo es necesaria para una visión más o menos romántica o nostálgica, sino por el indispensable mantenimiento de un hábitat humano». ¿Se encontrarán otra vez excusas para no ser consecuentes?

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