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Daniel Capó

Dos escenarios

Dos escenarios económicos se abren tras el verano: uno pesimista y otro optimista

Con la llegada del verano, los distintos escenarios económicos se empiezan a clarificar. Podemos pensar en dos básicamente. El primero es el más optimista y nos habla de una vacuna efectiva contra la Covid-19 para finales de año, lo cual -unido al gran impulso presupuestario de los gobiernos y a la liquidez sin freno que aportan los bancos centrales- propiciaría una recuperación sin precedentes de la actividad económica y una década de inmediata prosperidad.

El segundo escenario es el más pesimista y nos habla de la carencia de vacunas realmente efectivas, de segundas y terceras olas pandémicas, de una sucesión de bancarrotas -esta semana hemos leído que la icónica Brooks Brothers se prepara para un concurso de acreedores- y, en definitiva, de pobreza y paro. Entre estos dos escenarios principales, caben múltiples variantes. Por ejemplo, que en ausencia de vacunas a corto plazo se obtengan tratamientos que reduzcan la mortalidad del virus. O que el uso masivo de mascarillas, apps de trazabilidad y otras medidas de distanciamiento social permita contener los brotes epidémicos. O que el vigor económico -gracias a las inyecciones de liquidez monetaria y a la productividad del teletrabajo- nos permita atravesar los años negros de la Pandemia I. También el coronavirus puede ir languideciendo a medida que se "humaniza", es decir, que pasa a convertirse en una gripe más: una infección molesta, pero controlable en la mayor parte de los casos. Veremos.

Lo cierto, de todos modos, es que sin una vacuna efectiva -parece muy probable que las primeras que aparezcan tengan utilidad epidemiológica pero que no aseguren un cien por cien de protección- y sin tratamientos farmacológicos efectivos resulta difícil pensar que la economía española levante el vuelo. De los cuatro pilares que sustentan nuestra prosperidad -el turismo, la construcción, la industria automovilística y el sector financiero-, ninguno de ellos sale indemne. Turismo e inmobiliaria van de la mano y constituyen las víctimas más evidentes del parón económico. Sus efectos sobre las autonomías del arco costero serán demoledores y difícilmente superables a corto plazo.

La industria automovilística y la financiera viven desde hace tiempo sendos procesos de reconversión que inciden negativamente tanto en el beneficio empresarial como en el empleo directo, viéndose ahora agravados por las consecuencias de la Covid-19: desplome en la venta de automóviles, mayor concentración bancaria, cierre de sucursales e incremento de la mora. Son problemas estructurales de fondo que nos hablan del paso del siglo XX al XXI, de una economía obsoleta a otra de futuro.

En uno u otro escenario, España se enfrenta también a dificultades propias, como el alto endeudamiento público, el deterioro educativo, la desertización industrial, el envejecimiento demográfico, la excesiva burocratización y el empobrecimiento del capital humano. Nada más preocupante, sin embargo, que la continua sobrexcitación política, que ha convertido a nuestros representantes más en un problema que en una parte de la solución. Las fuerzas malgastadas en debates estériles se traducen en pobreza y malestar, cuando no abiertamente en corrupción. La crisis moral precede a la social, porque actúa como un anticuerpo, como una batería de recursos inmunológicos frente a las dificultades inherentes a la historia. El futuro nos pertenece si queremos afrontar sus retos. Y la Pandemia I representa uno más de estos difíciles retos.

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