La curiosidad, el asombro y la pasión definen a las mentes que tienen una dosis innata de gran imaginación. La inquietud y la insatisfacción son la energía que las mueve. Experiencias intensas con sufrimiento incluido son las lecciones diarias de estas mentes.
Realmente estamos en deuda en esta vida, tanto con la mente como con el corazón, a partes iguales. Pero los que viven todo de forma apasionada son los que cambian el mundo.
No hay dudas del valor del intelecto y de la disciplina, pero igual valor tiene la irracionalidad y la pasión por las cosas. La intensidad de la pasión tiene un coste, se calcula mal, no hay caminos, no hay planes. Pero también hay grandes ventajas: el caos emocional, si se une a una mente fría y disciplinada, curtida de experiencias, no es tan malo como dicen los psicólogos (sean argentinos o no).
Todos tenemos un lado oscuro y unas energías extrañas que nos salvan del atroz aburrimiento de la vida lógica de una mente que no se equivoca nunca. Compartamos la confusión y el dolor, también la alegría, y defendamos la pasión por todo, sobre todo cuando esté con el rumbo del bien común.
No hay mayor satisfacción que ayudar a los demás. No encontré mayor alegría y paz interior en otras actividades de mi vida.
