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Juan Tapia

Nuestro mundo es el mundo

Joan Tapia

La derrota de Calviño y la batalla de Polonia

La derrota de Nadia Calviño para la presidencia del Eurogrupo indica varias cosas. Una, no hay que vender la piel del oso antes de matarlo. Dos, la UE es una unión de estados de equilibrios muy complejos. Tres, Pedro Sánchez, uniendo la candidatura a las reivindicaciones de los países del sur, la ha podido marcar como abanderada de unos países que exigen fuertes ayudas, lo que ha enervado a otros países, más allá de los «cuatro frugales». Cuarto, el apoyo de Alemania y Francia es importante, no definitivo. En el Eurogrupo hay 19 países y 19 votos. Y quinto, la aprobación del plan de recuperación de 750.000 millones de la Comisión va a requerir muy largas horas de negociación.

Pedir a pequeños países con superávit presupuestario -Alemania es otra cosa porque sabe que la prosperidad italiana y española es vital para su industria- que contribuyan a costear el aumento de la deuda de los países con déficit no es coser y cantar. Recordemos nuestras trifulcas cada vez que se negocia la financiación autonómica.

España ha perdido dos veces la presidencia del Eurogrupo. Guindos, porque la España de Rajoy no comprendió que en el equilibrio europeo -con entonces la presidencia de la Comisión, el Consejo y el Parlamento en manos conservadoras- el Eurogrupo tocaba a los socialistas. Ahora las cosas son distintas porque el presidente del Parlamento, el italiano Sassoli, no es hombre de Berlusconi sino del grupo socialista. Y los ministros de Economía del PPE se identifican más con el irlandés Donohoe, uno de los suyos, que con Calviño.

En España se dirá que Pedro Sánchez -¡cómo no!- ha vuelto a fracasar, que la derrota debilita la opción socialdemócrata-liberal de Calviño. Pero sólo será ruido. La financiación del déficit y el aumento de la deuda seguirán en manos de Bruselas y del BCE. Calviño no presidirá el Eurogrupo y la influencia de Madrid será menor, pero las necesidades españolas serán las mismas. No hay alternativa al menú Sánchez-Calviño.

Pero superar la crisis de la pandemia no es el único problema de la UE. Otro es la deriva de algunos países del Este -Hungría y Polonia- hacía regímenes iliberales, o democracias adulteradas en las que las libertades y la independencia de la justicia son menoscabadas por el partido gobernante -de derecha autoritaria y nacionalista-, lo que atenta contra un principio fundamental: la UE es una comunidad de democracias.

¿Cómo puede impedir la UE la deriva de estos países? En último extremo, privando de fondos del presupuesto a los países que no respeten las decisiones de los tribunales europeos. Es un camino intrincado y, además, hoy imposible. Se precisa unanimidad y Polonia vetaría las sanciones a Budapest. Y a la inversa, Hungría haría lo mismo a favor de Varsovia.

Por eso es muy relevante la segunda vuelta de las presidenciales polacas de este domingo. Allí el presidente no tiene el poder del francés o del americano, pero si puede vetar iniciativas del parlamento, donde desde 2015 el partido Ley y Justicia tiene mayoría. Y el presidente, Andrezj Duda, muy ligado al ultraconservador partido gobernante (popular en ciertos sectores por algunas medidas de protección social), no es ningún obstáculo para los intentos del gobierno de cercenar la independencia del poder judicial, la pluralidad de los medios informativos y las libertades individuales.

Pero todo podría cambiar si Rafal Trzaskowski, el alcalde liberal de Varsovia, saliera elegido. Trzaskowski se presentó en el último momento y tiene tirón en Varsovia y ciudades como Gdansk y Cracovia aunque menos en las zonas rurales. En la primera vuelta Duda tuvo un 43% del voto frente al 30% de Trzaskowski, pero la retirada de otros candidaturas personales o centristas (algunas a su favor) hace que el resultado sea muy incierto. Las encuestas dan un empate al 50%. El poder se ha puesto muy nervioso y ha incrementado el uso abusivo de la televisión pública. Duda ha acusado al alcalde de Varsovia de estar apoyado por el extranjero y ha proclamado que Polonia no puede volver a ser propiedad de los alemanes.

Si el alcalde de Varsovia alcanza la presidencia, podrá frenarse la actual deriva autoritaria del quinto país de la UE, la democracia saldrá reforzada y Hungría, donde gobierna un partido similar, quedará más aislada. E incluso podría ser sancionada.

Por el contrario, el triunfo de Duda incrementaría la fuerza disruptiva de la extrema derecha en una Europa con múltiples problemas que debe superar una crisis sanitaria sin precedentes y la peor recesión económica desde el fin de la guerra mundial.

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