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Manolo Alarcón

Opinión

M. Alarcón

Póntela o pónsela, pero bien

Las mascarillas se han adueñado de las calles, otra cuestión muy distinta es que sepamos hacer buen uso de ellas

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Mil formas de ponerse (mal) una mascarilla

Llevamos mascarilla pero solo hay que salir a la calle para darnos cuenta de lo variopinto y fácil que puede ser hacerlo mal pero, de ello, ni nos damos cuenta. Es un fenómeno, el efecto Peltzman, que ya descubrió (y no solo para pandemias) Sam Peltzman, un profesor de Economía de la Universidad de Chicago en los años setenta, quien definió esa tendencia que tenemos a reaccionar a las regulaciones de seguridad generando comportamientos de riesgo y neutralizando los beneficios.

Vamos, llevamos mascarilla (aunque sea de bufanda, muñequera, codera, sombrero o pendiente) pero podemos seguir dándonos efusivos abrazos con el prójimo. Llevar la mascarilla, máscara o bozal (la última denominación que nos ha llegado, quizá influenciados por Hannibal Lecter en El Silencio de los Corderos) y que nos dure una semana -esas de quirófano que solo valen para cuatro horas-, sobarla, estrujarla, doblarla como si fuese un papel para guardarla en el bolsillo, dejarla en la mesa -¡corred virus!- o colgarla de algún gancho disimulado para abrigos en un restaurante a fin de que no nos moleste, son algunos de los usos que le estamos damos. ¡Ah!, y por supuesto, nos podemos relajar con lavarnos las manos, que para eso llevamos mascarilla (no me hagan caso que esto es un fake que les he colado). Seamos sinceros, si nos la ponemos es por obligación, pero no sanitaria. Lo hacemos por el que dirán, por esas miradas que nos cortan como cuchillos cuando salimos a la calle si no la hemos olvidado en casa, a conciencia o sin ella, o para evitar las multas que, aunque pocas, se están poniendo. Se lo recuerdo, son a partir de 100 euros, aunque es difícil que le toque la sanción por ahora (pese a que ya hay comunidades, como Cataluña y Baleares, que se han puesto serias y probablemente la nuestra seguirá el mismo camino aunque la consellera Ana Barceló diga lo contrario).

El concejal de Seguridad de Elche, Ramón Abad, admitía esta semana con pesadumbre esta realidad: más que poner multas, habría que decidir a quién no se le ponen porque un altísimo porcentaje de vecinos no la lleva como debiera y, si es así, ¿hay diferencia con no llevarla?. Y sí, hay que mirarse al espejo, por mucho que duela, para ver que todo está en su sitio y estamos guapos. Por cierto, ¿sabe que en una hora se puede tocar la cara de 15 a 23 veces?. Lo ha dicho el primero de los sesudos estudios internacionales que vamos a tener que leer, ver y escuchar esta canícula sobre la máscara que, a veces, pica o está mal ajustada por lo que uno, de paso, termina frotándose los ojos, la nariz o la boca con más frecuencia de la habitual (que sí, que sí, que usted también lo hace, no se engañe). Por cierto, ¿sabía que la parte externa (sí, aunque más de uno le dé la vuelta de vez en cuando entre adverso y reverso) está considerado un foco de transmisión por el Consejo General de Enfermería? Y lo que nos queda por aprender... pero no se pregunte, que otra cosa no, pero tenemos tiempo y mucho para hacerlo.

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