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Carlos Gómez Gil

Palabras gruesas

Carlos Gómez Gil

Elogio de un magnífico funcionario público

Hace pocos días, conocimos el nombramiento del hasta entonces director general de Casa Mediterráneo, con sede en Alicante, como nuevo embajador en Turquía. Javier Hergueta llevaba poco tiempo al frente de esta sede diplomática que, desde sus inicios, ha tenido una trayectoria controvertida. Sin embargo, su carácter abierto y respetuoso, su profesionalidad y buen hacer han sido capaces de romper con las polémicas e inercias que mantuvieron las directoras que le antecedieron. Hasta el punto que, sin exageración alguna, su nuevo destino, si bien supone un ascenso en su carrera profesional, representa al mismo tiempo la pérdida de un importante activo para Alicante.

Una ciudad que, históricamente, ha sido enormemente cicatera en el reconocimiento de un buen número de personas valiosas que han pasado por ella, es bueno que empiece a agradecer el trabajo de quienes, como Javier Hergueta, han contribuido desde su alta responsabilidad en Casa Mediterráneo a engrandecerla, frente a quienes con anterioridad trabajaron en clave personal o no pararon de dañar y erosionar la proyección de Alicante en el exterior.

Por decirlo con claridad, Casa Mediterráneo no tuvo fortuna con las direcciones que hubo hasta la llegada de Javier, lo que dañó las posibilidades de actuación de esta sede internacional y su propia proyección en la ciudad. Sin embargo, el carácter, la cercanía y la profesionalidad de Javier Hergueta hicieron lo imposible, impulsando un giro en la controvertida trayectoria de Casa Mediterráneo, un proyecto que sigue teniendo importantes desafíos por resolver, pero que, sin duda alguna, ha conseguido algo que parecía impensable hasta su llegada: abrir este organismo a toda la ciudad, estableciendo acuerdos de trabajo con instituciones clave que hasta entonces estaban ausentes, sin dejar en ningún momento de difundir, un día tras otro, las ventajas y valores que Alicante tiene y que la convierten en el lugar ideal para este organismo dependiente del Ministerio de Asuntos Exteriores, en cuyo patrocinio participan también la Generalitat y el Ayuntamiento de la capital. Y, además, Javier lo ha hecho con la experiencia que tiene como diplomático de carrera en diferentes países, desde su compromiso como funcionario del Estado, acercándose con afabilidad a todo aquel que se le ponía por delante; algo bastante infrecuente en cargos de su naturaleza.

Casa Mediterráneo nació en plena campaña a las municipales del año 2007, tras una promesa del entonces presidente Zapatero, en un intento por ofrecer un proyecto estrella para Alicante. Pero desde el principio careció de un proyecto estratégico nítido y preciso, más allá de la rehabilitación de la antigua estación de Benalúa elegida para instalar su sede, evitando, de esta forma, su imparable degradación. Sin embargo, el PP intentó boicotear desde el minuto uno su creación y funcionamiento, poniendo todos los palos en las ruedas que pudo. Años después, cuando el PP llegó al Gobierno de la nación, redujo Casa Mediterráneo a su mínima expresión, llegando a poner en peligro incluso la finalización de la rehabilitación de la estación de Benalúa. Además, al frente de la entidad, el PP colocó a la extremeña Almudena Muñoz, quien parecía disfrutar ofendiendo a Alicante, llevándose actividades organizadas por esta institución alicantina a otras provincias, alegando que la ciudad carecía de condiciones para acoger eventos de importancia.

El resultado fue que Casa Mediterráneo se convirtió en una institución disfuncional y sin proyecto, alejada de los retos diplomáticos en los países mediterráneos, financiando y acogiendo actividades tan pintorescas como variopintas, con muy escasa vinculación con el tejido alicantino, desaprovechándose su impacto sobre la ciudad.

Con este legado, Javier Hergueta cambió a fondo el rumbo de la institución desde su llegada, abriéndola a la ciudad, a su sociedad, a creadores y sectores de relevancia. En todo momento, Javier no paraba de hablar maravillas sobre la ciudad que le había acogido y en la que se encontraba muy feliz. Además, el nuevo director general se acercaba a todo aquel que pudiera hacer algo de interés para ofrecerle la Casa y sus instalaciones. El nuevo director general fue capaz de trabajar codo con codo con el Ayuntamiento y la Generalitat, impulsando programas de colaboración con la Universidad, con sus profesores e investigadores que, hasta entonces, habían estado fuera de la programación habitual. Y, por si todo ello fuera poco, disfrutaba de la ciudad con la ilusión de un niño, divulgando a los cuatro vientos siempre que podía las magníficas condiciones que reúne Alicante y sus muchas oportunidades.

Que el más alto representante en Alicante del Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación se ganara el aprecio y la simpatía de tantas personas ha sido mérito suyo, demostrando, además, que la profesionalidad y el buen ejercicio de la función pública son fundamentales en puestos de esta naturaleza.

Pero a pesar del excelente trabajo realizado, Casa Mediterráneo sigue teniendo importantes desafíos por resolver, empezando por la finalización de la inacabada reforma de la estación de Benalúa, y continuando con una redefinición de su espacio estratégico de trabajo con arreglo a retos tan importantes para la región mediterránea como las migraciones forzosas, el cambio climático y las disparidades sociales.

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