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Carlos Gómez Gil

Sociólogo y politólogo

Carlos Gómez Gil

Sin más de la mitad

Hace pocos días, uno de los líderes de opinión de las fuerzas reaccionarias hispanas pedía públicamente en los micrófonos de la emisora desde la que emite su pegajoso veneno que las Fuerzas Armadas y la Guardia Civil dieran un golpe como el del 23F para salvar a España de las peligrosas garras de "proetarrasbolivarianoschavistasperroflautistascomunistasindependentistas". Su llamamiento coincidía en el tiempo con otro manifiesto, en el que conocidos (ultra)derechistas se dirigían al PSOE, en una carta abierta, solicitando que rompiera con sus "proetarrasbolivarianoschavistasperroflautistascomunistasindependentistas" socios de gobierno y promoviera un gran acuerdo nacional de reconstrucción con el PP. Todo ello, mientras los neofascistas de Vox nos anuncian las llamas del infierno cada día, insistiendo en la necesidad de salvar España de "proetarrasbolivarianoschavistasperroflautistascomunistasindependentistas", al tiempo que en la Guardia Civil sigue el movimiento de tricornios, en coincidencia con las interesadas filtraciones de la causa que una jueza de Madrid instruye contra el Gobierno y el director del Centro de Coordinación de Alertas Sanitarias, Fernando Simón, por las denuncias de grupos ultraderechistas por la autorización de la manifestación del 8M y la acusación de culpabilidad criminal al haber expandido el coronavirus de la mano de las feministas, según sostienen.

Y es que sacar tanques y meter a guardias civiles uniformados en el Congreso de los Diputados ya no se lleva. Ahora es más pulcro que jueces del Opus se encarguen de ello, aunque tengan que utilizar informes amputados, declaraciones fraudulentas, datos inexactos y hasta un vídeo off the record de una ministra en la antesala de una entrevista en una televisión, para tratar de imputar, perdón, de desalojar a un gobierno en medio de la situación pandémica más grave que ha vivido la humanidad en el último siglo. Lo que los virus no puedan hacer, que lo hagan los jueces, sobre todo si cuentan con el apoyo divino del Opus.

Y es que, cuando la derecha en España quiere algo, se convierte en niños pequeños enrabietados que no paran de armar follón para conseguirlo. Ya lo hicieron tras el 11M, sin complejo alguno por haber mentido y orquestado una gigantesca patraña para tratar de imputar a ETA y al mundo independentista vasco en el devastador atentado a las puertas de unas elecciones generales, algo que todavía sostienen destacados líderes del lado oscuro del PP. En aquel momento contaban con una famosa casete de la orquesta Mondragón, como una de las mayores pruebas de cargo de su enloquecida historia. Ahora la casete es una grabación de un vídeo de una conversación informal de la ministra Montero en el previo a una entrevista. Delirante.

Sin embargo, no es el maléfico Coronavirus, ni su rastro de muerte, contagios o sufrimiento, ni la manifestación del 8M lo que está llevando a la extrema derecha a acelerar esta estrategia neogolpista, ni mucho menos, sino su voluntad de crear una situación política y socialmente insostenible que les facilite su entrada al gobierno antes de que la coalición PSOE y Podemos, con el apoyo nacionalista, emprenda cambios que afecten a sus intereses clientelares.

Esa amalgama reaccionaria formada por Vox y jaleada por los sectores más rancios del PP (tantomonta, monta tanto) no ha parado, desde el minuto uno de la llegada al poder del nuevo gobierno, de negar su legitimidad, acusándoles de todo tipo de maldades, adjetivándoles a diario con las descalificaciones e insultos más gruesos que se han escuchado en el Parlamento. Ya resulta cómico lo que les llaman, y como los insultos no bastan, hasta se les llega a acusar de tener en sus venas sangre de terroristas, algo que dicho por quienes son cachorros de un dictador franquista asesino tiene hasta su poesía. Pero ya aprendimos que unos señalan y otros disparan, y ahora, delante de la casa de un vicepresidente del Gobierno y de una ministra tenemos concentradas a personas con pancartas que lo llaman terrorista. Y como hay barra libre, dirigentes del PP llaman a Pablo Iglesias por escrito "coletas", y a continuación otro concejal de Vox publica un mensaje diciendo que al "coletas" le quedan pocos días de vida, y aquí no pasa nada. En el PP nadie reprocha la actitud despreciable de estos políticos y tampoco ninguna institución judicial abre diligencias contra hechos tipificados en el Código Penal.

Pero la operación de derribo sigue en marcha y parece que hay prisa en la extrema derecha por hacerse con los escombros. Salvo los suyos, ya no hay sectores o grupos que no sean insultados un día tras otro, como el martillo pilón que se lanza contra un muro para derribarlo; es decir, contra mucho más de la mitad de los habitantes de este país llamado España y que con sus votos han permitido un gobierno de izquierdas, al que un día tras otro, la extrema derecha de Vox y sus "hooligans" del PP niegan cualquier legitimidad y quieren derribar mediante conspiraciones de todo tipo.

Y esta es la clave de todo. ¿Qué proyecto de convivencia, de país y de gobierno tienen aquellos que están en minoría, negando legitimidad a quienes han alcanzado una mayoría política, desplegando una operación de conspiración para desalojarlos por vías no democráticas? Siguen sin comprender que su proyecto político reaccionario no es mayoritario y que nada se puede hacer tratando de dejar fuera a más de la mitad de los ciudadanos de este país, como sostienen un día tras otro.

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