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Javier Cuervo

Opinión

Javier Cuervo

Dispare sobre el pianista

La mayor cantidad de materia de un funeral es silencio. Es el sonido del dolor como el sollozo o el grito. España está en la escala media de la expresión del dolor: ni la represión absoluta del norte de Europa, ni la representación ritual del norte de África. Hay un hecho diferencial funerario no recogido en los estatutos de autonomía.

Se ha decretado luto nacional. Un decreto que nadie cuestiona. El luto como dolor o aflicción no puede imponerse, sí el signo exterior de pena en el atuendo y en la circunspección. Los signos externos son sociales y en una sociedad de la información, mediáticos.

La mejor etiqueta para los mediadores del relato sería el silencio, pero, no produce líneas en el periódico; en la radio parece avería y en la televisión produce la incomodidad de cuando no aparece alguien a quien se espera. Lo que mejor le va al duelo es la sinceridad. El dolor sólo lo expresan con originalidad las personas originales. A los demás, nos deja sin qué decir y salvo frases hechas. Para colmo, esta pandemia impide la elocuencia del abrazo.

Los medios de comunicación deberíamos abstenernos de cursilería y tópicos -dos faltas de respeto al dolor y al silencio- y dejar que hablen las imágenes y los dolientes. Cuando vemos a una persona que ha perdido a su padre y luego a su madre sin poder acompañarlos en su enfermedad, sin verlos en el momento de su muerte ni después, sin saber durante días dónde estaban sus cuerpos, no necesitamos más. No necesitamos que se intercalen o superpongan imágenes familiares al ralentí de los fallecidos ni que suenen lentas las teclas agudas del piano. Con ambas demuestra el autor su falta de empatía porque cree que debe subrayar los hechos. Dispararé sobre el pianista el mando a distancia.

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