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La andanada

Al rescate de la olvidada tauromaquia

Desde que se decretó el estado de alarma en nuestro país a causa del covid-19, la tauromaquia ha sufrido un revés a la altura del resto de industrias culturales que no se conocía ni siquiera en tiempos de guerra. Durante los años de contienda (in)civil, y aunque con muchos impedimentos, toros, teatro, cines... pudieron mantener su actividad.

Sin embargo, lejos de verse comprendido y amparado por las administraciones públicas, el mundo del toro ha visto absorto cómo desde el propio Ministerio de Cultura, de cuya cartera depende, se les olvidaba y apartaba de las ayudas económicas concebidas para afrontar la crisis. Y que, a medio plazo, iban a verse ninguneados en el Real Decreto Ley de ayudas al sector cultural que se está urdiendo para los próximos meses. En una nota de prensa del pasado viernes, la Fundación Toro de Lidia agradecía al ministro Rodríguez Uribes haber nombrado la tauromaquia en su comparecencia de esa mañana, acordándose de las ferias suspendidas por la pandemia, y que mostrara su predisposición «para que las corridas de toros vuelvan lo antes posible y con la máxima normalidad», al tiempo que incidía la FTL en que «la confusa redacción [del decreto] hace que algunas administraciones hayan rechazado la prestación extraordinaria».

Ante tal desamparo surgió hace días una campaña en redes sociales por parte de los primeros espadas del escalafón, con Cayetano Rivera Ordóñez como voz cantante, en la que se mostraban con una mascarilla y el lema «La cultura no se censura» ( Manzanares en la foto), en alusión también a las desafortunadas palabras del vicepresidente Pablo Iglesias. «Me incomoda que se reivindique la tauromaquia como una práctica cultural», espetó el líder de Podemos el 14 de mayo en la Comisión de Derechos Sociales del Senado. Las caras más visibles del toreo reivindicaban así su profesión y la de quienes más humildemente se ganan la vida con la tauromaquia, muchos de los que ellos consideran su propia familia: mozos de espadas, banderilleros, picadores... con los que no solo conviven a veces más tiempo que con sus propios familiares, sino que se juegan la vida en los momentos difíciles ante el toro.

Frente a la tibieza del gobierno central, el Ayuntamiento de Alicante protagonizó la pasada semana el «quite de peligro» ante la dramática situación de tantas familias. Es decir, ante el olvido estatal sufrido por los profesionales que viven del toro, el consistorio los incluía en su programa de ayudas Impulsalicante, dirigida a personas trabajadoras autónomas, personas jurídicas de hasta 10 trabajadores, mutualistas, artistas, personal trabajador del mar, agrarios y empleadas de hogar. En el apartado de artistas, efectivamente, caben todos cuantos están ligados a la tauromaquia.

Y es que el planeta de los toros no ha podido librarse de los nocivos efectos de esta pandemia. A esta tibieza en la recepción de ayudas que sí se les ofrece al resto de artistas, las nuevas normas de distancia social hacen inviable cualquier programación de espectáculos taurinos a medio plaza. Precisamente el Foro de Promoción, Defensa y Debate de las Ferias de Novilladas ha registrado este viernes una propuesta en los ministerios de Sanidad y Cultura en la que piden aliviar la distancia social en las plazas de toros y cambiar los nueve metros cuadrados de separación por dos metros entre espectadores. Ojalá entre unos y otros planteen nuevos rumbos para esa tauromaquia que se ha sentido silenciada y olvidada.

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