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Opinión

¿Pretenden dejar la economía en ruinas y subsidiar a la sociedad?

Algo va mal en la política española cuando los empresarios nos convertimos en moneda de cambio para sacar adelante votaciones en el Congreso de los Diputados. La noticia de que el Gobierno había pactado con Bildu dar luz verde a la prolongación del estado de alarma, a cambio de tirar por tierra la Reforma Laboral, es un jarro de agua fría para los que creemos firmemente en el diálogo social y en que las medidas económicas se tomen por consenso. En este periodo de inquietud para las empresas, en el que nos vemos abocados a la reconstrucción de España, ¿es momento para tocar una legislación laboral que estaba funcionando?

No hay empresario con el que haya hablado en estos días que no considere esta medida una ocurrencia sumamente peligrosa. Aquí y ahora cambiar las reglas del juego laboral para endurecer los despidos, por ejemplo, puede suponer finiquitar las esperanzas de muchos españoles de encontrar trabajo. Así de duro resulta, pero las empresas no van a contratar ahora mismo a ningún trabajador si, a corto o medio plazo, puede suponer la ruina económica de sus finanzas. Sencillamente es una balanza en la que el trabajador puede en teoría ganar derechos pero pierde a la larga opciones, puesto que no hay derechos si no hay previamente trabajo.

Todos hemos leído la fábula de Sansón en el que el forzudo derriba las columnas del templo al que estaba encadenado al grito de «Muera Sansón con todos los Filisteos». Tengo la sensación de que un Gobierno encadenado, un presidente sometido al partido que tiene a su izquierda y del que no se fía pero al que no controla, y una incapacidad de llegar a acuerdos con interlocutores políticos o económicos ha decidido derribar las columnas. Lo malo es que de la demolición no suele surgir un nuevo templo flamante y nuevecito, sino polvo y piedras caídas, y debajo de los adoquines no está la playa, a pesar de lo que gritaban los revolucionarios del Mayo francés.

Con las cosas de comer no se juega, escribía hace poco Juan Ramón Gil en estas páginas, y es tan cierto como que los experimentos hay que hacerlos con gaseosa a riesgo de hacer volar el salón de casa. Es increíble cómo en este momento tan crucial se pone en cuestión el sistema y se ponen patas arriba los fundamentos del Estado de Derecho. Lo peor no es por qué, que sería discutible, sino que tengo la sensación de que hay políticos que quieren aprovechar la crisis para imponer un programa radical, en el que los empresarios seamos estigmatizados y el común de los ciudadanos vivan del Estado. Así serán fácilmente manipulables como voto cautivo.

Las cuentas no salen, claro. Si no hay empresas no hay Estado; si no hay impuestos es imposible recaudar para subsidiar a la población. Hay mucha necesidad económica ahora, sin duda la habrá en los próximos meses y no dudo de que como compatriotas debemos procurar no dejar a nadie en el camino, pero ¿son los subsidios la acción más adecuada? He dicho a veces que la empresa es el escudo social. Fomentemos pues la empresa y el empleo y no engendremos una sociedad acomodada.

Esta deriva del Gobierno es muy peligrosa y deberíamos ser capaces de levantar la voz alto y claro para que se olviden de programas obsoletos y se decidan a reconstruir España, que para eso les pagamos.

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