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Vicente Magro Servet

Opinión

Vicente Magro

Justicia telemática «gracias» al coronavirus

Extraordinaria noticia dada desde la portada de este diario la semana pasada acerca de la próxima celebración de juicios telemáticos por el juzgado de lo contencioso número uno de Elche. Una fotografía ilusionante dada en el año 2020 y que debía ser una foto de muchos años antes. De cada año por el que desde hace muchos reclamando de que la justicia sea tenida en cuenta para entrar en la llamada «tecnologización de la Administración Pública». Y ha tenido que ser por la desgracia de la pandemia del coronavirus por lo que, al final, nos hemos dado cuenta de que era absolutamente necesario introducir la tecnología al 100%, y no al 20% dentro de la administración de justicia.

Pero lo malo de todo esto es que el coronavirus ha convertido el uso de la tecnología en la justicia como una especie de estado de necesidad, y no por la vía del convencimiento de que la justicia sin tecnología se queda absolutamente desfasada en los tiempos que vivimos. Recordaremos que en el año 2002 celebramos en Alicante en la Audiencia Provincial el primer juicio en que se utilizó la videoconferencia, y en el año 2003 fue aprobada por el parlamento una Ley que habilitaba el uso de la videoconferencia en los órganos judiciales. Pero han tenido que pasar nada menos que 17 años y ocurrir una desgracia como la pandemia del coronavirus para que finalmente se haya tenido que proceder al dictado de una legislación (RD 16/2020) que apueste por la celebración de juicios por videoconferencia, la firma electrónica de los actos judiciales y la videoconferencia para actos de la deliberación de los órganos colegiados. Y no es bueno que hayamos tardado tanto, pero es mejor que se haya reaccionado tan rápido, al menos, pero de aquí en lo sucesivo hay que dar el verdadero golpe en la mesa que termine por introducir los juicios telemáticos y la tecnología en la justicia. Sin embargo, lo peor de esto es que de no haber sido por esta desgracia del coronavirus los avances no se hubieran producido, y lo han hecho en virtud de un estado de necesidad provocado por el miedo al contagio, cuando habíamos reclamado infinidad de veces que la presencia de testigos, peritos y partes, así como profesionales en un juicio telemático eran una realidad incuestionable, así como la presencia de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado en los juicios por vía telemática en lugar de hacerlo por forma presencial.

Pero no olvidemos que la realidad ha sido doble, ya que por un lado no se han puesto los medios necesarios, y otras ha habido multitud de reticencias provocadas por los miedos a los cambios a la hora de trabajar. Pero importante es que la apuesta por la tecnología en la justicia no se puede hacer con medios ineficaces y que, al final, acabarían dando la razón a quien no quiere el cambio y sí la comodidad de conservar las mismas formas de trabajar, aun a sabiendas de que son un fracaso. Por otro lado, hay que reconocer que frente a todos los gestos ayudan y apoyan mucho a la revoluciones en los cambios, y ese gesto de la titular del juzgado de lo contencioso número uno de Elche es una prueba evidente de que liderar y atreverse a apostar por el cambio es absolutamente necesario para que sea una evidencia que es posible trabajar de otra manera que otorgue mucho más rendimiento a nuestra actividad diaria y demostrar a quienes no quieren introducir cambios en los sistemas y quienes tienen miedo a estos cambios que es posible mejorar. Pero para ello no solo se exigen medios, sino «cambios de actitud y formas de trabajar», y si, además, nos dan los medios adecuados para que ello sea posible, mejor.

Por todo ello, las revoluciones en los sistemas de trabajo precisan de aquellos que dan el primer paso, los que dan el segundo y los que se suman a ese cambio cuando comprueban las ventajas del sistema. Pero siempre se requiere un primer paso de alguien para que otros lo sigan, y que ese primer paso esté acompañado de instalaciones y medios adecuados para permitir que estos cambios sean una realidad y no una ficción o utopía. Y si al final somos capaces de introducir la tecnología, toda la que disponemos en la actualidad, y no parte de ella en la justicia, habrá que «agradecer» al virus que haya llegado para obligarnos a hacer un cambio en nuestra forma de trabajar, y que hubiera sido mucho más lento, de no ser por la necesidad que nos ha creado esta situación. Así de penoso, pero así de real.

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