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La pluma y el diván

Demiurgos de la nueva normalidad

Puestos a mitologizar no hay nada como una pandemia para ello. Contamos con todos los elementos esenciales para generar el mito de la nueva normalidad, basada en una pandemia de proporciones inesperadas y catastróficas que vuelve del revés al mundo conocido. Es fundamental contar con personajes de carácter divino y heroico, y también los tenemos.

Como todos sabemos, los demiurgos son los hacedores y organizadores de la realidad, por supuesto, la que ellos consideren, dado que cuentan con la virtud de ser divinos. Partiendo de esta premisa tan simple, no hay posible margen de error, porque las ideas imperfectas de la inmensa mayoría las transformarán en perfectas para el bien común de los mortales.

El mundo social, económico, religioso, laboral, familiar, jurídico y científico tal y como lo hemos conocido hasta ahora se convierte en una quimera defectuosa que ha de convertirse necesariamente en otra realidad mediada por los seres divinos que, con su sobrehumano criterio, nos llevarán de la mano a otro plano de la realidad, hasta ahora desconocido, pero que posibilita nuestra supervivencia como especie.

En este nuevo amanecer de la humanidad las cosas más habituales de antaño se nos antojan extrañas. Un abrazo, un beso, una caricia, pueden resultar mortales y por eso precisamos de la intervención de los grandes hacedores, para que guíen con mano férrea nuestros nuevos pasos. Aquellos que incumplan con los preceptos impuestos serán duramente castigados para proteger al rebaño.

La vieja normalidad ha muerto y, con ella, los privilegios trasnochados de poder movernos libremente, de reunirnos o manifestarnos. Quedan atrás las penosas e indeseables aglomeraciones, el hacer turismo sin restricciones porque ahora se impone una cuarentena para quien se desplace, entrar a cara descubierta en lugares públicos, toquetear las cosas con las manos desnudas o acercarte demasiado a tus prójimos.

En otras latitudes vemos, con asombro, que los mortales siguen con su vida normal, con los mismos derechos de siempre, y no conseguimos entenderlo, pero nuestros amados demiurgos nos advierten de que esos ciudadanos serán duramente castigados por la pandemia, mientras que nosotros seguiremos protegidos por su manto divino.

No tenemos de qué preocuparnos mientras los demiurgos de la nueva normalidad sigan gobernando nuestros maltrechos destinos. No sirve para nada fantasear con que te den las pautas a seguir y que cada cual las cumpla en conciencia. Ahora todo pasa por estar alejados unos de otros, por mantener la boca cerrada, las manos ocultas y los derechos cercenados.

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