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Opinión

El terror de la desnudez

El ser humano empezó a usar ropa hace 170 mil años y subsistió cerca de 800 mil años sin vello corporal y sin ropa antes de abandonar el continente africano.

La antropología y la práctica de veinticinco años como trabajadora social me llevan a pensar que esos 800 mil años han sido los únicos y los últimos de la más absoluta desnudez y autenticidad de la especie humana.

Con la ropa, utilizada, en primer lugar, para adaptarnos climatológicamente a nuevos contextos, vino la necesidad de ornamentarnos y mostrar una simbología social que no siempre corresponde con su significado personal. Es decir, la imagen de mujer vestida de negro durante un año continuado nos daba la información social simbólica de que esa mujer había perdido a su marido y con ello se asociaban un sinfín de significados, desde la desprotección hasta la tristeza más absoluta por dicha pérdida. Pero no todas las viudas, han estado emocionalmente tristes. Recordemos los casos de aquellas mujeres que han enviudado de su maltratador.

Con el tiempo, nuestra ropa y nuestros ornamentos han evolucionado, afectándose de elementos nuevos muy potentes que han ido apareciendo en nuestros contextos sociales habituales. Uno de estos elementos ha sido la tecnología en el siglo XXI. La tecnología y la comunicación virtual a la que ha dado lugar y que escapa, en muchas ocasiones, de la más mínima desnudez humana.

La tecnología que ha inventado nuevos códigos sociales para presentarnos y que nada tienen que ver con sus significados personales, al igual que ocurre con «el de la viuda alegre».

Hace unos días se publicaba en este periódico una noticia respecto al número de familias que se estaban ayudando desde diferentes Servicios Sociales municipales de varias poblaciones, una de ellas Monóvar.

Tras la publicación en diferentes medios de comunicación social virtual, especialmente en aquellos que admiten réplicas o interlocuciones por parte del lector (Facebook, Instagram, Twitter...) aparecieron algunas críticas, carentes de desnudez y autenticidad, críticas que siguen utilizando ropas cuya simbología social, repleta de estereotipos y prejuicios, para nada corresponde con sus significados personales. Porque si no es así, es imposible entender dichas críticas cuando vienen de población que directa o indirectamente ha sido beneficiaria de las ayudas sociales de las que hablaba el artículo publicado.

Ayudas sociales, que por supuesto, en este siglo XXI, están vinculadas a significados tales como dignidad humana, justicia social, solidaridad y protección de un Estado de Bienestar, que aunque muchos no entiendan en su significado y simbología social sigue representando la desnudez humana que perdimos hace millones de años y a la que le tenemos un irremediable terror.

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