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Fernando Ull

Apuntes políticos

¡Qué pesados! Si no fuera porque está ocurriendo de verdad pensaría que es un chiste malo. Que la ultraderecha española se esté manifestando todos los días en algunas ciudades de España al grito de libertad es un contrasentido tan grande como un curso prematrimonial impartido por un sacerdote. En ambos casos no tienen ni idea de lo que hablan. Por primera vez en la historia de España las clases acomodadas están sufriendo las consecuencias de una crisis económica que de manera tradicional han afectado siempre a las familias con trabajos precarios que viven al día. Una pandemia que ha ocasionado miles de muertes en España y ha colocado en situación límite a la sanidad pública y a su personal debería haber sido motivo más que suficiente para que las soflamas y el revanchismo hubiesen quedado aparcados. Que personas con formación jurídica estén apoyando teorías conspiranoicas sobre una supuesta implantación de un régimen chavista y dictatorial aprovechando el estado de alarma causa vergüenza ajena. Un Gobierno es puesto y quitado por unas elecciones libres y democráticas y no por gritos ni pancartas. La crítica política es válida y aunque las amenazas de recurrir a un golpe de Estado como afirman de manera velada los simpatizantes de Vox en las redes sociales, de risa, al mismo tiempo demuestra lo frágil que es un sistema democrático. Los extremistas, con sus gritos y sus banderas, pretenden dar un gran corte de mangas a los principales damnificados de esta crisis sanitaria: los más desfavorecidos, los sanitarios, los contagiados y los fallecidos.

Sánchez resiste. Todas las encuestas confirman que Pedro Sánchez no ha sufrido una merma de votos como consecuencia de la crisis sanitaria. Incluso las realizadas por medios de comunicación más críticos con el presidente dan un porcentaje de apoyo en unas hipotéticas elecciones generales muy parecido al de los últimos comicios. Con independencia de que a toro pasado cualquier cosa podría haberse hecho mejor, la gran mayoría de la población aprueba la gestión de la crisis hecha por el Gobierno. Llama la atención la subida de Ciudadanos. El giro de Arrimadas hacia una posición dialogante sin renunciar a la crítica ha supuesto su diferenciación de Vox (algo que el PP es incapaz de hacer) y que antiguos votantes abstencionistas hayan vuelto a pensar en votar al partido naranja. Un partido existe si sirve para algo.

El PP se equivoca. Pablo Casado continúa cautivo del ideario político de Vox. Lejos queda aquella noche electoral en la que el líder del PP llamó extrema derecha a Vox. Primera y última vez que lo hizo. El error de los populares, como ya lo fue el de Ciudadanos, fue pensar que las redes sociales pueden ser el pulso de una sociedad. La red hace tiempo que se convirtió en el lugar perfecto para que los lunáticos puedan expresar sus rencores desde el anonimato y utilizando toda clase de insultos, pero no puede ser tenido en cuenta a la hora de elaborar una acción política. Olvida Casado que la mayoría de los votantes apenas utilizan las redes sociales. Hacer política en función del último bulo proporciona portadas de algunos medios de comunicación, pero escasez de votos a largo plazo.

Lo que importa. Una de las consecuencias que ha traído la pandemia es que ha colocado en su justo lugar a problemas creados de manera artificial. ¿Alguien se acuerda de la matraca independentista de Cataluña? ¿Se les habrá pasado el cabreo constante en el que vivían los nacionalistas valencianos, siempre hablando mal de todo lo que venía de fuera de su municipio? Gracias a la administración central del Estado los españoles (de todas las ccaa) estamos a punto de superar esta crisis sanitaria. La económica también la superaremos remando todos en la misma dirección.

Vacuna democrática. La intervención de Bildu en la política nacional es una buena noticia por un doble motivo. Por un lado, porque demuestra, una vez más, que las ideas de ETA se basaban en la nada y que los asesinatos respondieron a querer vivir del cuento y a poner en la práctica instintos homicidas. La justificación indirecta que se hacía desde una gran parte del nacionalismo vasco para blanquear su mirar para otro lado resuena más que nunca. Por otro lado, las nuevas generaciones de ultranacionalistas vascos están creciendo viendo a sus representantes hablar en el Congreso de los Diputados y formando parte de decenas de gobiernos municipales. En los años 80 y 90 cada vez que ETA mataba los partidos políticos (incluido el PP y su antecesora AP) afirmaban que la única salida de ETA era dejar las armas y utilizar las vías democráticas para reivindicar sus ideas. Ya lo hemos conseguido. ETA dejó las armas gracias al esfuerzo colectivo de toda la sociedad española y, sobre todo, gracias a los que miraron para adelante en vez de para atrás. La derrota de los terroristas y del entramado social que les apoyaba ocurrió durante un Gobierno socialista gracias al trabajo de José Luis Rodríguez Zapatero y Alfredo Pérez Rubalcaba. Es una realidad: si molesta es asunto distinto.

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