Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Opinión

Salud versus economía

En el debate del 14 de marzo, donde se aprobó el estado de alarma producido por la pandemia del coronavirus, no puedo recordar el miembro del Congreso de los Diputados, que fue uno de los últimos en actuar, el que puso algunos puntos sobre las íes que intervinientes anteriores a él se habían dejado sin poner. Y dijo. «Señorías, no me hablen de economía, háblenme de los muertos».

En muchos otros debates por el mismo tema, esa dualidad quedo muy patente: salud versus economía, vida versus dinero. El Gobierno, con todo el poder de los cientos de expertos de la administración del Estado a su favor, ganaba la batalla de la vida con salud frente a la economía con dinero. Sin embargo, si utilizamos la entelequia de situar los límites de esa ecuación en sus máximos extremos, si nos ocupásemos de la salud sin tener en cuenta la economía, todos moriríamos de hambre pero muy sanos. Por el contrario, si tuviéramos en cuenta la economía pero no la salud, todos moriríamos de la enfermedad vírica pero con mucho dinero. Como en el término medio está la verdad, ya no es una entelequia pensar que muchos van a vivir sanos, pero otros muchos van a morir enfermos. Y esa es la realidad de lo que está pasando y seguirá pasando, sin que haya ningún medicamento ni ninguna vacuna que lo impida todavía.

La oposición achaca al Gobierno su mala gestión de la epidemia y de su conversión en pandemia sin decir qué gestión haría ella y no queriendo saber que gestionar un problema no es tratarlo con vaselinas, ungüentos y paños calientes, es sencillamente acabar con él. También critican la improvisación, no queriendo admitir que cuando se desconoce la solución de una situación anómala lo mejor que se puede hacer es ir improvisando a cada paso. Y, en fin, un puñado de otras criticas tan débiles intelectualmente que un estudiante de primer curso de Estadística refutaría fácilmente. El Gobierno, por otra parte, al defenderse con argumentos demasiado técnicos, debería mencionar el grupo de expertos en los que se ha basado para tomar esas decisiones, pues se enfrenta a un Parlamento donde nadie sabe nada para luchar contra la pandemia.

La sanidad pública española, que es la mejor del mundo junto con Singapur y Hong Kong, adolece de medios de personal y de material desde el empobrecimiento al que la sometió la crisis financiera de 2008-2014. Esa es la verdad, pero no se puede saber si con los mejores medios se hubiera podido vencer al coronavirus porque se trata de un futurible que nunca sucedió, pudiéndose decir de igual manera que con los mejores medios la epidemia hubiera ido peor, porque también es otro futurible. Y es que la sanidad es lo más perfectible del mundo, encuadrada en el resto de actividades que también son perfectibles, pero no tanto.

Por lo antedicho una de las cosas a perfeccionar por cualquier buena sanidad pública es la precaria situación de su educación sanitaria. En el caso de España, la ciudadanía tiene tan alta confianza en los profesionales de los servicios públicos sanitarios que no cuidan personalmente de su salud, creyendo, como es muchas veces el caso, pero no siempre, que el daño que pueda producirles el alcohol, el tabaco, las drogas, el colesterol, la obesidad, etc, etc, su hospital público puede corregirlo y a una minoría el hospital privado también. En el fondo es una falsa idea motivada por su carencia casi absoluta de educación sanitaria, por lo que en el momento actual, donde se está abandonando el mejor tratamiento de la pandemia, que es el confinamiento en casa de cada persona y se está conviviendo en la calle con casos contagiados o portadores del virus, resulta muy importante estar educado para la salud en esta situación de sálvese quien pueda o, mejor dicho, el que sepa, o haciendo mucho caso a las recomendaciones de los expertos a través del Gobierno.

Y todo lo dicho queda vigente a la espera de una medicación efectiva y de una vacuna definitiva. En cuanto a las posibles medicinas curativas, hay que desconfiar plenamente en ellas, a menos que estén garantizadas por la Agencia Española del Medicamento (AEMPS), que va de la mano de la Agencia de la Alimentación y de las Medicinas (FDA) de EE UU por su larga experiencia y su enorme capacidad de trabajo, que ya ha prohibido un fármaco dedicado a hacer negocio y pudiera estar rechazando otros dos. En España se están usando dos medicinas con intención compasiva en los casos muy graves y por si acaso.

En cuanto a la posible creación de una vacuna, existe una carrera entre múltiples laboratorios científicos de todo el mundo para ver quién la obtiene el primero, en vez de unificar esfuerzos de todos ellos o de su mayor parte para conseguir una vacuna efectiva y plurivalente, que tenga en cuenta la variabilidad genética de que es capaz el Covid-19 y pueda actuar en cualquiera de sus mutaciones. Aunque mejor sería todavía una vacuna que sirviera para cualquier tipo de virus, que debió ser la primera premisa de la investigación médica desde hace más de un siglo.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats