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Marc Llorente

Opinión

Marc Llorente

Desescalada con escalada

No tienen arreglo y siguen con su imparable y delirante marcha hacia un fango cada vez mayor. Y estamos en el aperitivo. Porque lo que pretenden montar después del encierro es más gordo. Así que la desescalada va unida a una escalada de tensión que solo interesa a quienes pretenden vivir del conflicto permanente en beneficio propio. La calentura continúa su curso y las llamas prosperan. Es preciso sofocar el incendio, aunque no sé si habrá agua para tantas llamas en distintos lugares. El fuego (sanitario y social) aprieta.

Nunca un gobierno había tenido tan mala suerte. Es la primera vez que un estado de alarma tiene que decretarse con todo lo que eso conlleva. Y no solo esta crisis es cosa de aquí. Una gestión puede ser mejorable en cualquier lugar, pero la bajeza política y moral de algunos es obvia como lo ha sido en otras muchas ocasiones. Ahora más porque han encontrado, casualmente, una mina de desgracia en la que apoyarse para satisfacer sus instintos. Reclaman libertad en un momento en el que está tocada (no hundida) por los hechos que las personas sensatas conocen. «Nos reprimen con nuestros impuestos», dicen ciertas voces sin pies ni cabeza, y vulneran la normativa de distanciamiento establecida debido a la proximidad entre los manifestantes alentados por la extrema derecha de Abascal y la derecha extrema de Casado.

Es verdad que esta situación no limita legalmente el derecho de manifestación, lo cual es contradictorio en circunstancias así, bajo el estado de alarma. Una cacerolada en el balcón, razones aparte, no perjudica. Organizar números circenses en la calle es otra historia. Abascal, no satisfecho con esta clase de discursos y espectáculos, promueve manifestarse en coche, en todas las capitales de provincia, el próximo 23 de mayo. El guerracivilismo de este sujeto no tiene límites. Frota sus manos y continúa sirviéndose del dolor para hacer de la suyas. La frustración ciudadana por la pandemia y sus efectos económicos se comprende, lo que no justifica atacar a lo loco e intentar sacarle rédito político al desgraciado asunto.

La responsabilidad, la solidaridad y el «cuídate, cuídanos» son imprescindibles. El derecho constitucional a reunirse de los ciudadanos no significa que pueda desafiarse la orden de confinamiento y provocar aglomeraciones o altercados posibles. Por encima de todo y del derecho al pataleo está la salud pública en cualquier sitio, no dar alas a lo contrario. Interesa la vuelta a la normalidad, dentro de lo que cabe, y que esa normalidad que conocíamos pueda ser algo mejor progresivamente. ¿Es mucho pedir?

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